Escribir no duele. Duele (y mucho) escribir sobre el horror. Estamos todos conmovidos por el crimen de Fernando Báez Sosa, hoy el juicio reaviva el espanto de uno de los hechos que en lo personal más me ha tocado en los últimos años.

Porque soy padre, porque Fernando podría haber sido mi hijo, porque me atraviesa el desgarro de Silvino y Graciela y porque aun con las herramientas conceptuales que puedo tener por mi profesión no puedo creer el desprecio por la vida de los rugbiers y sus familias.

Participé como invitado en varios programas de televisión para dar mi mirada sobre lo que en el juicio ocurre. Revivimos en estos días el horror de los hechos y somos espectadores perplejos del accionar en bloque del grupo de acusados.

El desprecio por la vida el día que acabaron salvajemente con la existencia de Fernando, yendo a comer una hamburguesa después y celebrando el trofeo.

El desprecio por la vida ahora que son juzgados y ni del lado del grupo atacante ni de las familias hubo jamás un pedido de disculpas ni un ápice de arrepentimiento.

¿Cómo puede existir semejante menosprecio por el valor de la vida humana?

Cómo evitar criar hijos narcisistas e inimputables

Escribí hace unos años años para esta sección a raíz de la violación en grupo en Villa Gesell una columna de opinión respecto de «cómo evitar criar un hijo narcisista e inimputable».

En aquella nota decía que esta categoría se construye desde la cuna, de la misma forma que todo lo que hace a nuestra identidad como sujetos.

Un inimputable es alguien que no adquirió a lo largo de su vida los suficientes límites a su narcisismo para entender que no todo es posible, que hay leyes , sociales, morales, y jurídicas que le caben, como a todos los mortales que andamos por este planeta.

El inimputable se caracteriza por ser:

Omnipotente: el error no entra dentro de las posibilidades, y si ocurre es responsabilidad de otro. Le han hecho creer en algún momento de su vida que era alguien especial, o por el contrario lo han hecho sentir muy inferior y el intento ahora es compensar.

Soberbio y narcisista: el narcisismo extremo suele ser máscara de grandes inseguridades, pero más allá de donde provenga, este perfil de personalidad es extremadamente creído de sí mismo.

Prepotente en sus modos: la empatía y el buen trato no es patrimonio de estas personalidades. El otro está (desde su mirada) a su servicio y la asimetría es una condición exacerbada de su cotidiano. Mirar por arriba es la manera más común de mirar.

Sectorialmente solidario: Suele ser muy empático y compañero con sus pares y repulsivo con quienes no lo son. Tienen un sentido de pertenencia que les da una identidad y son sectarios, clasistas, xenófobos en general, misóginos por excelencia.

Intrépidos: el inimputable no mide riesgos, porque su condición omnipotente lo exime de tal cuestión

Miedoso: la inimputabilidad se diluye con la contundencia del juicio crítico de la masa. El inimputable es temeroso, cobarde en extremo, y esta es su kriptonita.

Este grupo de hombres (los «rugbiers» hoy juzgados) reúnen todas estas características.

Educar el amor por la vida

Quiero poner el foco en un punto en particular, que me convoca como profesional pero mucho más como padre: el amor por la vida se educa.

El amor por la vida propia y por la ajena. El respeto ineludible por la existencia del prójimo. La tolerancia a las diferencias. La convicción de que en lo diferente está la riqueza del ser humano y no en el odio visceral e irracional.

El amor se educa desde la cuna. Y no con el discurso vacío de las ceremonias domésticas/eclesiásticas o del credo que sean.

Se educa con el ejemplo: los chicos ven, los chicos hacen. Los hijos no nos escuchan todo el tiempo, pero no dejan de mirarnos. Y somos los adultos primordiales, los miembros de la familia los que podemos hacer una diferencia, más allá de los estados, más allá de los programas educativos.

Es tarde para las familias de los rugbiers, no educaron la empatía y el cuidado por la vida ajena (si quizás por la propia, como corresponde a este tipo de perfiles de personalidad).

Sí el cuidado por el grupo (la conciencia de clase es inversamente proporcional al registro del otro en tanto cualidad empática).

Recuerdo cuando uno de mis hijos aprendiendo a manejar rayó sin querer el auto de un vecino: a él y a mí no nos alcanzaban las palabras para disculparnos, además de gestionar por supuesto los trámites del seguro para el arreglo.

Eso era chapa y se arreglaba con dinero.

Nadie le devuelve la vida a Fernando, pero hubiera sido un aliciente en lo moral, imagino, si las familias de los protagonistas hubieran tenido una actitud digna y solidaria. Estuvieron muy lejos de eso.

Tarde para los actos de grandeza, tarde para el arrepentimiento, todo lo que de acá en más puedan decir sería escuchado como estrategia de defensa y guiño a la opinión pública.

Todo lo mal que se podía haber hecho ya se hizo, todo el daño ya está causado.

Y todos nos conmovemos porque cualquiera de nuestros hijos puede ser Fernando, pero también podemos hacer una mirada crítica hacia nuestra labor como padres y preguntarnos si realmente estamos haciendo todo lo que podemos para que nuestros hijos sean personas de bien.

Caja de herramientas

En pos de ese objetivo, debemos:

✔Educar en valores, no de la boca para afuera sino con el ejemplo.

✔Enseñar que lo que hacemos en la vida tiene consecuencias, cada una de nuestras acciones, las buenas y las malas inciden sobre nuestro entorno.

✔Promover la solidaridad y la aceptación de las diferencias.

Podemos sumar desde la crianza para hacer un mundo mejor, desde la integridad y los límites, dejando la tibieza y entendiendo que somos responsables por lo que nuestros hijos hacen cuando son jóvenes, eso no nos es ajeno.

En varios barrios privados donde tenían problemas con disturbios causados por grupos de menores de edad la única manera que encontraron para que las familias implicadas intervengan de manera firme y pongan límites a sus hijos fue aplicando a los padres de los «jóvenes rebeldes» sanciones económicas.

Sin palabras y triste radiografía de una época que duele y avergüenza.

Podemos seguir mirando o podemos ser parte activa de un cambio cierto.

Es trágicamente tarde para Fernando, Silvino y Graciela, pero podemos sumar para la prevención, desde una introspección crítica y auténtica. Hacer algo diferente para que algo cambie. Ni más, ni menos.

Fuente: https://www.clarin.com/buena-vida/educar-amor-vida-evitar-criar-hijos-narcisistas-inimputables_0_0Vqplg4LQ6.html