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El 16 de febrero será el arranque oficial en las góndolas. Habrá productos a los que les pondrán un código QR para exhibir su aspecto nutritivo y balancear lo negativo.

El etiquetado frontal de alimentos ya no tiene más prórrogas y a partir del próximo 16 de febrero se espera que comience a advertirse un aumento progresivo de los productos de supermercado que cuentan con este distintivo en sus envases.

En realidad, hay algunos productos que ya disponen de los sellos negros en las góndolas, pero la iniciativa por ahora ha sido tímida y es a partir de mediados de este mes que el Gobierno empezará a controlar el efectivo cumplimiento de la norma.

No se espera que la totalidad de productos en oferta que así lo ameriten tengan colocado su sello negro de un día para el otro. Este cambio en la escenografía, que busca desalentar el consumo de algunos alimentos, sería paulatino. Aunque, se estima, no lento.

La rapidez en la adaptación a la ley tendría que ver, en parte, con la diversidad de productos que tenga cada empresa alimenticia, los stocks previamente envasados y, también, la capacidad operativa de las imprentas para fabricar estas etiquetas.

En este sentido, la Coordinadora de las Industrias de Productos Alimenticios (COPAL) estaría en conversaciones con el Gobierno con el objetivo de «armonizar los plazos de implementación» a partir de la línea de largada prevista para el próximo jueves, dijeron fuentes del sector consultadas.

Desde el mismo ámbito refirieron que por estos días se viene experimentando un cuello de botella con los proveedores gráficos debido a la alta demanda de etiquetas: mientras el calendario apremia, no se estaría dando abasto en tiempo y forma.

Superado ese escollo, se inaugurará entonces una instancia que por ahora tiene más interrogantes que certezas. La pregunta principal es cómo impactará la ley de etiquetado frontal en los hábitos de la población y, en definitiva, en la salud pública.

Un aspecto no saldado en el debate legislativo de 2021, ni en la reglamentación de 2022, fue el de los efectos no deseados de la norma. Por ejemplo, la arbitraria homogeneidad que da lugar a que un paquete de papas fritas y un yogur puedan compartir sello negro, con un impacto visual similar aun cuando desde lo nutritivo el snack se desaconseje y el lácteo se recomiende.

El desafío actual de las compañías que buscan seguir vendiendo alimentos del lado más sano de la grieta parece radicar en la docencia. Esto es, cómo explicarle al público que más allá de que un producto pueda tener un sello negro existen matices a tener en cuenta. Matices que, precisamente, la ley casi no contempla.

Según pudo saber Clarín, ya existen estrategias en curso cuyo objetivo es encarar esta tarea pedagógica en la góndola: llegar a los consumidores de modo que el comprador no quede paralizado ante el estante que no le ofrece otra cosa que envases con sellos negros.

Una de las estrategias que se avecina, al menos para una parte de los productos que pueblan las góndolas y heladeras, es la colocación de un código QR en la etiqueta que aporte información sobre las cualidades nutricionales del producto. Información que sería legible a través del celular.

De algún modo, el código entraría a “competir” con el sello negro. O visto de otra manera, sería un complemento para la toma de decisiones del consumidor. El “otro sello negro” -ese cuadrado relleno de formas geométricas- se convertiría así en el reservorio de datos que el octógono ignora.

La idea, según explican, es que al ponderar el sello negro con la información que aporta el código QR el interesado pueda sacar una conclusión más equilibrada. A la vez, ese promedio entre lo malo y lo bueno sería más afín a la ductilidad del sistema de etiquetado Nutri-score -utilizado en Europa-, que en Argentina y otros países de la región perdió la batalla frente a los sellos negros.

Otra iniciativa que analizan desde las alimenticias es la posibilidad de modificar la presentación de la tabla nutricional que incluyen los envases. No sólo hacerla más clara y amigable, sino aportar información de contexto sobre el sello negro con el que cargue el artículo y eso dé lugar a una interpretación más cabal.

Una tercera acción en carpeta, en el marco de la puesta en marcha del etiquetado frontal, surge como la más interpelante: ofrecer el mismo producto en góndola con y sin sellos negros -obviamente, con y sin los ingredientes que determinan el estigma-, para que el comprador decida si está dispuesto a resignar ciertos sabores y texturas en beneficio de su salud.

Fuente: https://www.clarin.com/sociedad/etiquetado-frontal-alimentos-sello-negro-surgio-inesperado-competidor-_0_UjF7JNxiRK.html