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Estrenada en 1993 y protagonizada por Edgardo Nieva, no pudo imponerse al tanque «Tango feroz». Curiosidades y perlitas.

Hay un texto que debería leerse como un ejercicio de respiración y ritmo antes de ver la película. Una crónica que tiene la belleza de la cadencia enroscada con la tristeza del alma del personaje. La escribió Osvaldo Soriano en 1975 y puede ser un gran preludio para bucear en las intenciones fílmicas de Leonardo Favio.

«No me dejés solo, hermano», arranca el feroz escrito que con el tiempo se agiganta en las escuelas de periodismo. «Tirado en el pavimento, el cuerpo sacudido por los espasmos, Gatica se aferraba al pedazo de vida que se le iba. Lo rodeaba una multitud de extraños que lo habían visto caer bajo las ruedas de un colectivo, a la salida de la cancha de Independiente».

«Tenía 38 años y parecía un viejo», sigue el mago Soriano en ese artículo que tituló Un odio que no conviene olvidar«Hasta ese día en que la borrachera no le dejó hacer pie en el estribo del ómnibus, había sobrevivido en una villa miseria como tantos otros; algún rasgo lo distinguía: la nariz aplastada, la sonrisa provocadora, un cierto desdén por el futuro. Era uno de esos hombres obligados a soñar con el pasado, porque el suyo estaba teñido de sangre y ovaciones. La última derrota ocurrió el 12 de noviembre de 1963, bajo las ruedas de aquel colectivo. Había terminado su vida en una parábola perfecta de humillación».

Gatica, El mono se estrenó en mayo de 1993, seis meses antes del 30 aniversario de la muerte del boxeador, y 17 años después del silencio cinematográfico de su director, Favio. No pudo con el tanque Tango feroz, pero su triunfo fue el valor histórico posterior, y ese tendal de perlitas que golpean las mandíbulas, como el dato de que su protagonista, Edgardo Nieva, se sometió a cirugías en la cara para acortar la distancia física con el ídolo y lucir parecido.

Lo contaba el propio Nieva (1951-2020) con orgullo, que no dejó que el personaje lo buscara a él, sino que fue él quien golpeó la puerta de Asociación Argentina de Actores para que le recomendaran un guionista con quien moldear la biopic. Le sugirieron hablar con Zuhair Jury, el hermano de Favio, y el proyecto tomó forma en 1988. La ofrenda fue la intervención quirúrgica en el rostro en la que le rasgaron los ojos, ensancharon su nariz y cortaron los lóbulos de sus orejas.

Pero la cantopexia (técnica para «achinar» ojos, volverlos como una almendra) no fue el único secreto de la vuelta de Favio después de Nazareno Cruz y el lobo y Soñar, soñar. «El juglar» tardó un lustro hasta poder dirigir la historia del mito construido a las trompadas y logró imponerse a Macaulay Culkin, el adorable niño fenómeno que cuerpeaba la segunda parte de Mi pobre angelito.

Duelos y aplausos 

Fue Abel Laudonio el entrenador pugilístico de Nieva, un boxeador/actor que había logrado la medalla de bronce en los Juegos Olímpicos de Roma 1960. Además de los ejercicios y la teoría, el protagonista le sacó chispas al VHS de Toro salvaje, de Martin Scorsese, para inspirarse en el arte de evadir el golpe y atacar. El guiño del destino llegó poco después, cuando en una de las visitas a Buenos Aires, Robert De Niro (Jake LaMotta en el filme) lo reconoció como «Gatica, The Monkey».

Una entrevista de Diego Lerer en Clarín de aquel mayo de 1993 aporta una joya: habla Jorge «Pepe» Policastro, un ex trabajador del diario que aquel noviembre de 1963 sufrió un accidente en la máquina de impresión del matutino. Lo trasladaron al Hospital Rawson. No imaginaba unir su dolor al del Mono. 

Policastro compartió la sala de guardia con el ídolo agonizante, a quien atendieron primero. Gatica no se salvó, Policastro sí, aunque el precio fue perder cuatro dedos de la mano izquierda. «La enfermera me puso una venda en los ojos y yo le pedí que me la sacara para verlo», recordaba el sobreviviente. «Lo tenían atado, porque se movía mucho. Trataba de hablar, tartamudeaba, en un momento me dijo ‘hermanito, ayudame a levantarme‘».

Una de las pocas personas que pueden recrear aquella filmación desde adentro hoy es Virginia Innocenti. «Antes de la filmación le pregunté a Favio si teníamos que hacer un ensayo y él me dijo: ‘Nena, vos vení’. En ese momento me sonó rara la frase, pero después entendí todo, él era alguien que requería que estuvieras muy presente creando con él», cuenta sobre su Nora en la historia, una de las parejas de José María. «Entendí de la mano de Favio la diferencia entre un artista y un especulador».

«En el guión, por ejemplo, no estaba escrito que ella empezara bailando el mambo de esa manera, esa escena en que se conocen estaba escrita de otro modo y la modificamos. Sucedió que Leonardo no trabajaba con sonido directo, todos tuvimos que doblarnos después porque a él le gustaba que sonara música en el set música permanentemente para generar clima, un estado emocional», continúa. «Recuerdo que estábamos en Florida 1, donde estaban armados el cabaret, el teatro, esperando horas para que la escena se filmara y en un receso, para divertirnos un rato, nos pusimos a bailar con Miguelito Fernández Alonso, que hacía de Miguel de Molina. Leonardo nos miraba junto a Rodolfo Mortola, director de arte. Así me pidió que bailara el mambo con la cara y salió esa escena memorable».

El gran dolor de Favio y compañía ocurrió cinco meses después del estreno de esa cinta que la directora Lita Stantic definió «irregular con secuencias maravillosas»: Horacio Taicher, «El Ruso» incondicional de Gatica en la historia, murió electrocutado. Había montado su empresa organizadora de eventos y en la madrugada del 10 de octubre de 1993, cuando tomó el micrófono del Salón Embajador del Hotel Bauen, sufrió una descarga eléctrica.

Fuad Jorge Jury (Favio para el público) compartió cartelera esos días con otro lanzamiento, la explosiva Propuesta indecente, con Robert Redford y Demi Moore. El crítico Marcelo Figueras hablaba de un «Favio llegando al final con la cara amoratada, sangrando, pero de pie: a pesar de los errores logra transmitir la emoción que le provoca su criatura». Por su parte, Jorge Montes, biógrafo de Gatica, juzgaba a la película como no «fiel a la realidad, con trampas cinematográficas». También se arriesgaba a sostener que «el único que podía filmar la vida de José María era Leonardo, porque eran iguales».

Ganarle a «Mi pobre angelito»…

Para fin de aquel 1993, la tabla de posiciones tuvo a Jurassic Park como el gran éxito del año y a Tango feroz como segunda. De las 50 películas más vistas, casi la mitad correspondían al género acción/aventura/thriller. Gatica, el mono, se ubicó 14°, un puesto antes que Mi pobre angelito 2.

El politólogo Oscar Landi se despachó con un análisis brillante de esa obra atravesada por el peronismo. Se refirió al Gatica de Favio como «hiperrealista y por momentos grotesco» y a esa época en que «ser peronista podía ser parte de la identidad social de una persona sin que ella se sintiera necesariamente un militante político»

Del origen desde la miseria, a la curva del esplendor y el regreso al punto de partida, Favio pinta a un «Tigre» con infinidad de capas, el débil, el vulnerable, el fanfarrón, el carente de herramientas, el violento con las mujeres, el violento con su propia vida. Un lustrabotas y canillita que crece pero nunca abandona la psiquis de niño.

Para Nieva fue este el hito de una carrera actoral que nació tras abandonar la carrera de Contador y lo enorgulleció hasta su muerte (2020). Para María Eva Gatica, la hija del boxeador, fue el debut y la despedida como actriz de cine, con su pequeño rol de madre.

La mandíbula partida por Prada, el fanatismo por Perón, las visitas a Evita enferma, la muletilla esa en tercera persona de que «para hablar con Gatica se pide audiencia» … La cámara estaciona en los mojones del cuento popular, sin regodeo en la derrota: «El Mono vivió y murió siendo feliz, eso no es derrota», advertía enérgico Favio ante Clarín. «Gatica sufrió la misma suerte que el pueblo argentino».

Fuente: https://www.clarin.com/espectaculos/cine/30-anos-gatica-mono-pelicula-requirio-operacion-cara-protagonista_0_vN1d2XvirQ.html