Los que ven el lado negativo de las cosas terminan bloqueando las soluciones a los problemas.

El psicólogo Roy Baumeister afirmaba que las personas son, en general, más sensibles a las cosas malas que a las buenas. Daba como ejemplo que si un individuo pierde $ 100 se siente peor que el bienestar que le generaría ganar $100, implicando así que las pérdidas se sienten más que las ganancias, que los malos momentos dejan efectos más profundos que los buenos, que las críticas afectan más que las alabanzas, que a la mala noticia se la atiende con mayor atención que a la buena.

En la actualidad, esto se ve por la manera que los medios programan las noticias: los temas de violencia y de muerte siempre van en la portada porque venden más que otros.

Quien espera resultados favorables tiene una actitud que lo ayuda a enfrentar las dificultades con fuerza, a descubrir lo positivo y a confiar en sus capacidades.

Las noticias son, por definición, las cosas que pasan, no las cosas que no suceden. Es por eso que se suele mencionar más la cantidad de muertos por la pandemia que el número de personas que se recuperan.

El hecho de que lo malo domine sobre lo bueno se amplifica también por la ilusión de que todo tiempo pasado fue mejor y que la vida era más simple, predecible y feliz.

Sin embargo, esto implica confundir los cambios en sí mismos con los cambios en los tiempos, ya que con el paso de los años uno se vuelve más vigilante respecto a las amenazas (en especial, cuando son reales y uno se convierte en padre) a la par que las capacidades personales van decreciendo.

Una verdad de la psicología es que “todo varía según el color del cristal con que se mire”. Ver el lado negativo o positivo de las situaciones no sólo influye en el estado de ánimo, sino que, también, determina el resultado de lo que se hace: quien espera resultados favorables tiene una actitud que lo ayuda a enfrentar las dificultades con fuerza, a descubrir lo positivo aún en circunstancias difíciles, a confiar en sus capacidades y, si es necesario, a pedir ayuda.

Los rasgos de la personalidad nunca son consecuencia de un único factor y sí productos de determinantes externos, psicológicos y orgánicos. Dentro de estos últimos se observó que una región del cerebro, asociada con la afectividad, funciona de diferente manera en los optimistas y los pesimistas.

En el extremo opuesto, las personas pesimistas perciben las dificultades como amenazas, cierran la puerta a posibles soluciones, se enclaustran en lo dramático y suelen ver el obstáculo como una expresión de mala suerte personal. En consecuencia viven amargados, lo cual deteriora las relaciones con otras personas y con el mundo (lo cual alimenta el pesimismo).

Los pesimistas no pueden gestionar bien la realidad ya que el descontento y la desilusión son una constante; incluso, “contagian” a los demás su visión negativa sobre diversas situaciones de la vida y por este motivo, los otros se alejan de ellas.

Los rasgos de la personalidad nunca son consecuencia de un único factor causal y sí productos de numerosos determinantes externos, psicológicos y orgánicos. Dentro de estos últimos se observó que una región del cerebro, asociada con la afectividad, funciona de diferente manera en los optimistas y los pesimistas.

Mientras que en los primeros está más activa la corteza prefrontal izquierda, en los pesimistas lo está más la región derecha, sede de los sentimientos negativos. En una escala mucho menor, similar a lo que se observa en los trastornos depresivos.

De ahí la necesidad de tratamiento aunque, lamentablemente, muchas veces el propio pesimismo resulta el impedimento para acceder al tratamiento.

E.M.

Por: Norberto Abdala

Fuente: Clarín