«Lo masculino tiene plenos poderes»
«Lo masculino tiene plenos poderes y los ha mantenido a lo largo de milenios, moldeando la violencia según diversas modalidades y gradaciones, reinventándola, ritualizándola, regulándola y dejándola estallar furiosamente», dijo la enigmática escritora italiana Elena Ferrante, en una de las contadas entrevistas que accedió a dar, con motivo de su último libro, «La vida mentirosa de los adultos», concedida al reconocido escritor italiano Paolo Giordano y reproducida por el diario italiano el Corriere della sera.
«Las mujeres, a falta de una forma propia, la han sufrido (a la violencia), la han aprendido, rechazado, utilizado siempre y sólo desde dentro de la tradición masculina. En este sentido no hay por ahora voluntad ni instrumento de aniquilamiento que no esté profundamente marcado por la historia de la dominación masculina», aseguró Ferrante, en diálogo con Giordano (Turín, 1982), autor de «La soledad de los números primos».
«Temo que la mayor masculinización de lo femenino se haga pasar por liberación, que está en marcha un proceso en el que el deseo femenino, en todas sus manifestaciones, es recompensado, fortalecido, puesto a trabajar, sólo si puede ubicarse coherentemente en las jerarquías masculinas de realización», aseguró.
Y advirtió que «el riesgo es una renovada esclavización de la mujer que pasa precisamente por el acceso a los poderes siempre que sean gestionados de forma masculina. En ese caso reaparecerían también los viejos peligros con cuerpo y rostro de mujer».
En esa charla, Ferrante y Giordano reflexionaron sobre el cruce entre realidad e imaginación en los márgenes de la literatura de tiempos de guerra y pospandemia: «La realidad sigue pareciéndome, aún más que en el pasado, una tremenda maraña maravillosa del yo y de lo otro, una madeja sin ton ni son suspendida entre la necesidad de una historia y la amenaza permanente del caos», dijo la escritora.
Hacer literatura en estos tiempos, a su entender, «es construir un tejido verbal imaginativo que no se estropee bajo el peso de palabras pesadas y actuales como pandemia, Ucrania, tercera guerra mundial, sino apoyarlos con elegancia para que, al mismo tiempo, revelen su crudo horror».
Cómo ha sido entonces su vida de su última publicación, «La vida mentirosa de los adultos», azarosamente previa a la pandemia de Covid que sacudió al mundo, justamente a partir del año de lanzamiento de ese libro, 2019.
«Para responder -indicó-, recordaré esos largos segundos entre la vigilia y el sueño durante los cuales no sabés dónde estás. Tal vez estás en la cama, tal vez estás de pie, buscando una puerta, un picaporte, y en cambio arañás la pared con las uñas. Estos tres años han sido un poco así, todavía lo son. Pero ahora estoy registrando un cambio significativo, debido, me temo, también al envejecimiento: ese reflejo que generalmente me ha llevado a saltar, a agarrarme de algo sólido está empañado. Me siento inmóvil, sin siquiera el impulso habitual de adaptación».
Para Ferrante, el énfasis en la categoría mérito, la insistencia en el desempeño, incluso la humillación como elemento necesario del crecimiento es parte de esa masculinización: «quiero subrayarlo, para nosotras las niñas, hasta la peor escuela fue un momento indispensable de liberación, esto no quiere decir que la escuela que nos educó fuera la que necesitábamos» pero «arrepentirse no me parece bien, no hablemos de los que echan de menos palabras como castigo, humillación y mérito».
«Estamos ante una de las tantas regurgitaciones patriarcales», aseveró Ferrrante, pero también ante «un peligroso proyecto político que imagina el crecimiento como una feroz disciplina de cuartel y el éxito escolar como una medida fácil de la obediencia al saber», agregó la escritora, hoy ciudadana de una Italia gobernada por primera vez por una ultraderecha elegida en comicios populares, de la mano Giorgia Meloni, primera mujer también en la historia del país que ocupará el cargo de Primera ministra.
Ferrante habló también sobre el vínculo cine-literatura: «los libros son estímulos poderosos para cualquier persona, la lectura mueve mundos interiores, los fecunda, genera otros libros, obras de arte, películas».
«El relato en imágenes es hijo de la escritura», aseguró, porque «ninguna película agota el abanico de sugerencias que ofrece la escritura».
«La especificidad de la literatura, conjeturó, «es precisamente ese más en el límite de lo inmediatamente visible que otras formas de expresión se ven obligadas a desechar para volverse reales»; pero es negó a continuar comparando disciplinas porque se corre el riesgo de «no hacerle justicia» al cine.
«A menudo encuentro placer en ver cómo mis recursos de palabras, mis combinaciones de signos alfabéticos, se convirtieron en rostros determinados, fondos determinados, voces determinadas. Hay que mirar, por ejemplo, a Valeria Golino en la obra de Edoardo De Angelis para tener una confirmación inmediata de la energía creativa del cine», concluyó.
Fuente: Télam