«Al que le quepa el sayo que se lo ponga»

El sayo era un vestido sin botones que cubría desde el cuello hasta las rodillas. Por su propio diseño, se adaptaba fácilmente a diferentes cuerpos. De allí la intención y la amplitud de la frase: un mismo sayo les puede caber a múltiples destinatarios. Hm algo habrán hecho… en algo andarían..

POR HUGO PAREDERO

Al que le quepa el sayo que se lo ponga

Este dicho suele aplicarse en el momento en que se hace una reprimenda o llamado de atención, sin mencionar quién es el destinatario, una suerte de amonestación velada… ¡Y sí! ¡Por eso se la deja flotando en el ambiente para que el interesado en cuestión lo interprete, “al que le quepa el sayo que se lo ponga”…

Obviamente, abundan los que no se dan por aludidos y miran para otro lado, silbando al cielo… Y están los que aclaran para que oscurezca… Por eso se vuelven respetables las personas culpables de algo que asumen su culpa, y se dan por interpeladas, como se usa decir ahora… El refrán está clarito y conciso, aunque nunca falta un amplificador anónimo que lo diversifique: “Al que le quepa el poncho que se lo ponga, al que le caiga el guante que se lo plante, y al que le quepa el sayo que se lo ponga”…

Quien se tomó a pecho lo de ponerse el sayo, fue el senador paraguayo Carlos Roger Caballero, fallecido en 2019. Corría el año 2011 cuando Caballero elevó un proyecto de resolución con el objeto de sugerir, con el debido respeto, “el uso del sayo adecuado a las vestiduras que ostentamos como legisladores, para jerarquizar la institución que representamos”; seguidamente planteaba que el uso del citado uniforme, se extendiera a las actividades oficiales dentro y fuera del recinto, “para que allá donde se lleve la representación del Senado, la personalidad individual de sus integrantes se destaque por su gallardía”…

Vaya a saber si encontró eco la propuesta del gallardo Caballero, que no quería sacarse el sayo ni para dormir porque todos los sayos lo dejaban bien…  

Fuente: Télam