«Aunque el cáncer no se contagia, se lo asocia a la mala suerte, como una creencia mágica»

“Una larga y penosa enfermedad”, es una frase que se ha replicado durante décadas para referirse al cáncer pero sin nombrarlo. A diferencia de otras patologías, en este caso aún hoy en los medios de comunicación, redes sociales y otros ámbitos, la palabra muchas veces parece prohibida, distorsionada, oculta.

Nancy Ferro, especializada en psico-oncología, miembro fundadora de la AAPSO (Asociación Argentina de Psicooncología), escribió, junto a otras dos especialistas, el libro “El cáncer y las palabras”. El texto es fruto de la campaña “La enfermedad y las palabras” que durante el 2018 recopiló testimonios de 146 pacientes con distintos tipos de diagnósticos oncológicos. Desde entonces, como jefa del Servicio de Psicooncología del Instituto Alexander Fleming, Ferro y su equipo se propusieron analizar el impacto emocional de la comunicación en la experiencia de enfermar de cáncer.

“La psicooncología nació en este país junto con Estados Unidos y Europa entre los años s ‘70 y ‘80 –explica. Aborda los aspectos emocionales del paciente, su familia y otros significativos. Provee contención y ayuda a que el paciente encuentre herramientas para afrontar la situación. Acompaña la resignificación y búsqueda de sentido en lo que le ha tocado vivir. El cáncer es una enfermedad multifactorial compleja que necesita de muchos profesionales para su adecuado tratamiento de manera interdisciplinaria”.

-¿Por qué, a diferencia de otras enfermedades, al cáncer muchas veces se lo comunica con eufemismos, como si fuera una palabra indebida?

Pasan las décadas y continúa esta cuestión social de ligar el cáncer con la muerte y el sufrimiento. Cuando, en verdad, las enfermedades cardiovasculares matan más gente que el cáncer pero pareciera que las primeras son como la muerte idealizada. A mucha gente le gustaría morirse de golpe y sin enterarse, y el cáncer está ligado al deterioro y es una imagen que no se ha podido cambiar, siendo que es una enfermedad que el 50% de los pacientes logra curarse. Muchísimas personas pasan a tener una enfermedad crónica como la diabetes, por ejemplo.

-¿A veces se maneja en secreto, en esta idea de “mejor no decirlo”?

Todavía algo hay, persiste, muchas veces la gente que no lo cuenta es para no hacerse cargo de los otros. Esta idea de recibir llamados continuos, preguntas, chats, ¿cómo estás?, ¿cómo te fue? El paciente que está tratando de acortar la enfermedad como algo más que le pasa en la vida pasa a ser lo principal porque queda como identificación para los otros. Algunas personas prefieren mantenerlo en secreto o por la creencia de que cargarán con el estigma de la enfermedad. Aunque el cáncer no se contagia, de algún modo se lo asocia a la mala suerte, como una creencia mágica. El silencio y ocultamiento tiene costos, no es aconsejable.

-En otros momentos históricos existieron enfermedades con mucha carga simbólica como la lepra, la peste negra, la tuberculosis, el SIDA. ¿Hay alguna relación con lo que socialmente pasa con el cáncer?

Sí, porque había aislamiento y estigma, de cómo se ocultaba y engañaba porque eran enfermedades que podían contagiar. Sin embargo ha cambiado más rápido el concepto popular sobre el HIV que el cáncer. Se pueden asemejar porque son patologías curables. El tema del contagio está sustentado en la idea de la culpabilidad. Se les pregunta: ¿Por qué tenés cáncer? ¿Estabas muy estresado? ¿No comías bien? El interlocutor así se siente protegido: “yo no me estreso, voy al médico, hago yoga, a mí no me va tocar…”. Es decir: los pacientes de cáncer se sienten muchas veces interpelados desde dos modalidades discursivas: los mensajes asociados a la responsabilidad y culpa (esto de que “algo mal hiciste”) o el discurso de la victimización (esta idea de “pobre, tiene cáncer”).

-En el libro “El cáncer y las palabras” se avisa desde la misma tapa: “Ni héroes, ni víctimas, ni guerreros”. Se suele usar la metáfora bélica para estos temas, ¿por qué?

Claro porque se ha vinculado mucho el cáncer a la lucha, a la pelea y eso significa que hay vencedores y vencidos, como si todo dependiese de uno. Se confunde resiliencia con espíritu de lucha. Entonces si la enfermedad vuelve ¿son malos guerreros? Ese es el peligro de las metáforas bélicas, con frases que reproducen estereotipos, mitos y prejuicios que amplifican el sufrimiento. Pero si pensamos más en la actitud resiliente, de afrontar la situación con las mejores herramientas que tenga es algo muy valioso.

-¿Este tipo de paciente es resiliente de por sí?

Hay personas que lo son y otras no. Desde la psicooncología tratamos de favorecer los aspectos resilientes de la persona. Por ejemplo: estar atentos de qué manera afrontaron otras situaciones complejas en la vida. O de qué forma podemos ayudarlo desde lo espiritual, familiar, social, psicológico en ese momento para atravesar la enfermedad.

-¿Por qué se sigue utilizando a esta enfermedad como metáfora para vincular con temáticas negativas como la corrupción o la delincuencia?

Eso es lo que lleva a continuar con el estigma. La persona que lo utiliza adhiere a esa idea estigmatizante y ese significado se replica cuando alguien lo usa como adjetivo. De ser sustantivo pasa a adjetivar. Esta idea de estar “enquistado” en el poder. Y nada ayuda a la difusión de estos temas.

-¿Hay una necesidad de quienes rodean al paciente de exigirle siempre pensamientos y actitudes positivas?

Sí, hay una tiranía del pensamiento positivo. Nos referimos a que muchas veces el entorno o la sociedad le sugiere o pide a quien sufre la enfermedad que tiene que estar alegre porque la evolución de lo que vive puede ser peor. Las emociones no enferman, las tenemos todos, es una reacción adaptativa. La tristeza cuando una persona está asumiendo el duelo de haber perdido la salud es razonable. Pero la tiranía del pensamiento positivo es tener que pensar así siempre, como vivir de manera edulcorada con castañuelas y sin tener angustia. Hay que desmitificar la idea de que angustiarse, enojarse o entristecerse hace mal. Las personas enfermas necesitan ser reconocidas también en la fragilidad, la angustia, los temores y los enojos. La imposición del buen humor se convierte en un deber ser para los pacientes, que aumenta el estado de alerta y que muchas veces se convierte en una forma de violencia simbólica.

Señas particulares

Licenciada en Psicología por la Universidad Católica Argentina y especializada en Psicooncología en el Sanatorio Güemes, Nancy Ferro es desde el año 1994 Jefa del Servicio de esa especialidad en el Instituto Alexander Fleming. Es miembro fundadora de la Asociación Argentina de Psicooncología (AAPSO), que presidió entre el 2012 y 2015 y fue directora durante tres años de la International Psycho-Oncology Society (IPOS). Es autora, junto a Sonia Checchia y Agustina Chacón, del libro “El cáncer y las palabras”, que toma algunos de los 146 testimonios de pacientes oncológicos que participaron de la campaña “La enfermedad y las palabras”. Participó en trabajos de investigación de la especialidad premiados en el país y en el exterior.

Fuente: https://www.clarin.com/opinion/nancy-ferro-cancer-contagia-asocia-mala-suerte-creencia-magica-_0_4b7GeYZ7pI.html