Argentinos que decidieron regresar al país
“Apenas llegamos a Buenos Aires, nos chocó mucho el nivel de estrés”

En diciembre de 2023, Santiago Gianola, de 31 años, regresó a su San Isidro natal junto a su mujer y su hija, tras siete años en Sidney. Allá tenía su casa y su rutina. Trabajaba de lo suyo, en el área de marketing digital de una empresa. “Los primeros seis meses en Buenos Aires fueron muy difíciles. Principalmente, por la adaptación y por los distintos estilos de vida. En Australia vivíamos frente al mar en una ciudad donde a las 5 de la tarde la gente apaga la compu y se va a surfear. El trabajo no se entiende de la misma manera que acá. Apenas llegamos a Buenos Aires, nos chocó mucho el nivel de estrés. Llegamos a fin de año y la gente estaba muy acelerada”, recuerda. Sin embargo, destaca que volver fue “la decisión más acertada del mundo”. El motivo detrás del regreso fue principalmente familiar. En Australia, Santiago y su mujer tuvieron a su primera hija y decidieron volver para que pueda criarse rodeada de familia. Ellos también querían estar cerca de los suyos en ese momento vital. “Desde que llegamos a Buenos Aires hasta hoy, siempre extrañamos Australia. Pero no nos arrepentimos ni un minuto de haber vuelto. No hay como la Argentina, no nos volvemos a mudar ni locos. La vida acá te atrapa. Tal vez no tenés la escapada al parque nacional, pero allá no tenías el asado con tus viejos. Acá no tenés la playa para ir a surfear todos los días, pero tenés a tus primos para quedarte ranchando una tarde entera, tomando mate, con los chicos haciendo lío alrededor. En cualquier momento del día podemos levantar el teléfono y visitar a un primo, un tío, un hermano, un papá, una mamá”, expresa.

Durante los primeros 10 meses en la Argentina, Santiago mantuvo su trabajo para la empresa australiana. Por la diferencia horaria, se conectaba desde las 6 de la tarde hasta las 2 de la mañana. En paralelo, durante el día, armaba un emprendimiento de suplementos al que hoy se dedica a tiempo completo junto a sus dos hermanos. “Emprender en la Argentina es muy difícil, hay variables que no existen en ningún lado del mundo. El mercado argentino es muy raro y creo que ese es el desafío más grande, pero nos está yendo muy bien”, destaca. Una de las cosas que menos extraña de su vida en Australia es la “presentación constante”. “No es lo mismo conocer gente nueva todo el tiempo a estar con tus amigos de toda la vida, con quienes te podés sentar siete meses después de no haber hablado y no tenés que explicar nada, te entienden de punta a punta”, explica.
Sol Iannaci
Volvió de Valencia, España“El tiempo pasó para los demás también”

Para Sol Iannaci, el principal shock al volver a Buenos Aires fue sentir que ya no encajaba del todo. “Me pasó más que nada con mis amistades de toda la vida, en algún punto, no estábamos en sintonía. En esos dos años afuera cambié mucho, crecí un montón. Llegué acá y fue como decir: ‘Claro, el tiempo pasó para los demás también’. Tengo amigas que en esos dos años tuvieron hijos”, cuenta esta abogada y novelista, de 28 años. Al mismo tiempo, experimentó una sensación que define como un shock positivo: comenzó a valorar mucho más lo que tiene en la Argentina. Tanto es así que califica a esta etapa como la mejor de su vida. No solo destaca el contacto cercano con su familia y amigos, también la posibilidad de vivir sola -en España, tenía que compartir departamento-, y poder desarrollarse profesionalmente. “Yo soy abogada y escritora, tengo varias novelas publicadas. En Europa no me hallé laboralmente. Como abogada no podía ejercer, entonces trabajé de todo lo que encontré: de camarera, de secretaria, en locales. Mandé los manuscritos a algunas editoriales pero, a diferencia de acá, no tuve buena recepción”, cuenta. Sol dice haber emigrado porque tenía idealizada la vida en el exterior, una supuesta realidad que luego de dos años en Valencia logró matizar. Sin embargo, no se arrepiente de haberse ido. “Más que laboralmente, vivir afuera me hizo crecer mucho en lo personal. Me fui con 24 años, en un momento en que seguía en el proceso de volverme adulta. Estando sola allá tuve que volver a armar mi identidad, presentarme, porque nadie me conocía. Se sintió un poco como volver a nacer”, grafica.

El principal proyecto que tenía para su regreso, abrir un café literario, todavía no se concretó. “Está en veremos por ahora. La verdad es que tanto a mí como a mi socio nos dio un poco miedo emprender en este momento del país. Empezamos a ver proveedores y era una inversión muy grande. Creo que lo vamos a hacer más adelante”, relata. Hoy trabaja en la inmobiliaria de su familia, al igual que antes de emigrar, pero valora su empleo mucho más que antes.Sigue escribiendo novelas y acaba de firmar un contrato con una reconocida editorial para su próximo libro. “Trabajando en la inmobiliaria tengo estabilidad económica, algo que antes de irme daba por hecho. También tengo arriba de la oficina la casa de mi mamá, entonces subo a tomarme unos mates con ella todos los días. Eso no tiene precio, y es algo que antes también daba por hecho”, reflexiona. Hoy prioriza la calidez de los vínculos en la Argentina y la cultura de la amistad. “Extrañaba mucho a mi familia y a mis amigas. Pero además conocí mucha gente nueva. En pocos meses acá me hice más amigos de los que hice allá en dos años. Sin dudas, estoy en mi mejor momento”, sintetiza.
Sebastián Moro
Volvió de Seattle, Estados Unidos“Estábamos tan cómodos en Estados Unidos que nunca nos animábamos a volver”
Los primeros meses tras su regreso a la Argentina, Sebastián Moro los pasó ocupando su mente con trámites y decisiones operativas: mudanza, container para los muebles, nuevo colegio para sus hijas, casa, trabajo, auto… Ahora cree que buscaba huir de conectar con el duelo que implicó dejar Seattle, su barrio, su rutina familiar y los amigos que conoció en esa ciudad. Habían pasado 12 años desde que él y su mujer habían dejado Buenos Aires. Estaban cómodos en Estados Unidos, pero el contexto cambió. “Nos fuimos en 2010 por mi trabajo en el área de finanzas de una tecnológica multinacional. Salió la oportunidad de mudarme a San Francisco, así que me casé ese año y nos fuimos. Fueron seis años allá y otros seis en Seattle. En 2023, a las tecnológicas les empezó a ir mal en Estados Unidos, y en mayo de 2024 recortaron gente y me quedé sin laburo”, cuenta. El primer impulso que tuvo fue sacar un seguro de desempleo e intentar conseguir otro trabajo allá. “Justo eran las elecciones en Estados Unidos, era un momento difícil para buscar trabajo. Los dos estábamos con un ojo en la Argentina, donde veíamos que la inflación iba bajando y el panorama parecía ir mejorando. Llegamos a octubre de 2024 y dijimos: ‘No tenemos laburo, ya fue: busquemos un colegio para las chicas en Argentina y empecemos el camino de vuelta’”. No fue un paso que dieron del todo convencidos, pero hoy, mirando la escena de lejos, Sebastián, de 41 años, está seguro de que el regreso fue la mejor decisión que podrían haber tomado. “Cada año, en Estados Unidos, con mi mujer decíamos: ‘Un año más’. Nos queríamos quedar, estábamos muy bien, hicimos un buen grupo de amigos en las dos ciudades. Teníamos una situación muy cómoda, muy tranquila. Si bien se extrañaba la Argentina, lo que nos tocaba vivir en ese momento estaba buenísimo. Volver al país fue una decisión muy difícil, y en el fondo te diría que ese siempre fue el plan, solo que como estábamos tan cómodos nunca nos animábamos a ejecutarlo”, reflexiona.

El regreso tuvo impactos ambivalentes. “Me gusta que mis hijas vivan la experiencia de crecer dentro de la cultura argentina, con grupos de amigos, juntadas improvisadas. Lo social en Estados Unidos es mucho más estructurado, te agendan con un mes de anticipación una juntada a jugar. Acá la vida es más social. La agenda nos explota entre juntadas familiares y con amigos. A las chicas también. Allá estabamos más solos y los fines de semana hacíamos viajes a parques nacionales”, relata. La seguridad es lo que más extraña de Seattle, el aspecto tal vez más difícil de resignar. Sebastián vive con su familia en una casa en Tigre, en un barrio cerrado. El duelo por lo que dejó en Estados Unidos convive con la felicidad de haber recuperado momentos que solo se pueden experimentar en el país de uno.
Victoria Granatto
Volvió de Barcelona, España“Si hubiese podido dedicarme al hockey profesional en mi país, nunca me hubiese ido”

Al ser consultada sobre por qué decidió regresar a La Plata, tras 14 años viviendo afuera, Victoria Granatto es contundente: “Volví porque nunca me quise ir. Si hubiese podido dedicarme a jugar al hockey profesionalmente en mi país, nunca me hubiese ido”. La integrante de Las Leonas vivió en Italia, Rusia, Bélgica y España. Su última experiencia fue de dos años, en Barcelona, y la recuerda con mucho cariño: “Estaba en una ciudad hermosa, con un clima hermoso, viviendo en mi departamento, ubicado a 15 minutos del mar, y estaba muy cómoda. Cuando estaba en la playa pensaba: ‘Qué vida perfecta que tengo acá, ¿no? Pero cambiaría todo por estar un día en Buenos Aires’”. Desde que regresó, romantiza todo, reconoce. “Desde la primavera hasta caminar por las baldosas flojas de la ciudad de La Plata”, ejemplifica. “Me encanta ir a ver una banda, ir al teatro y entender el idioma y los modismos nuestros. Extrañé lo nuestro. Ver el noticiero, ver el diario. Ir a una cafetería y comerme unas medialunas, comprar los cortes de carne que me gustan”, dice.

Volver es una decisión que tenía pendiente desde hacía años. Hubo una coincidencia de factores personales y profesionales que se lo permitieron. Actualmente, además de jugar, está estudiando un posgrado en Gestión Pública y Desarrollo Gubernamental en la Universidad de Buenos Aires. También desarrolla un proyecto con su hermana, Majo Granatto, capitana de Las Leonas, llamado “ADN Granatto”, que busca llevar el hockey a todo el país, y forma parte de la fundación de la Universidad del Deporte del Club Estudiantes de La Plata. “Creo que no hay como estar en Argentina, es el país más hermoso del mundo. Por más de que cuando uno está afuera encuentra otros argentinos con quienes compartir, no hay como estar en casa con los tuyos”, sintetiza.
Fuente: La Nación