Luis, ¿qué hacés juntando figuritas con sesenta y pico de años? Parecés un nene...

Es una pasión, Ernesto. Es algo inexplicable, es como mi terapia. Yo me la gasto en figuritas… vos en psicoanálisis.

Está claro que a Luis no le importa el qué dirán, ni mucho menos la mirada del otro. Es un coleccionista que lleva en la actividad más de 30 años y su casa habla por sí sola: es un museo de álbumes y figuritas de todo tipo, forma y color, pero especialmente de fútbol.

«Calculo que debo tener un millón», dice como si nada Luis Digiano (63), periodista, amante de los partidos: «Veo todo y más. Disfruto Riestra vs. Sacachispas tanto como Liverpool vs Manchester City».

En su casa de Almagro se acumulan CD’s de a miles, cientos de vinilos, libros y encuadernaciones variopintos en cantidad y una habitación sólo de figuritas. Sobre la mesa del living se apilan álbumes y fajos de distintas colecciones que ostenta. Hay algunas «joyitas» como define orgulloso su dueño: el libro World Cup Panini Football Collections 1970-2006, que incluye no sólo todas las figuritas impresas de esos 11 mundiales, sino también información de todos los partidos y de cada jugador.

Unánime: son las más difíciles

Hay una pregunta que, ante cada álbum mundialista, da vueltas ante opiniones encontradas. ¿Hay figuritas difíciles todavía? ¿O desde que Panini está a cargo de los álbumes ya no es una empresa complicada llenarlos?

Los álbumes a través de la historia

  • MÉXICO
    1970
    ⚽🏆
  • ALEMANIA
    1974
    ⚽🏆
  • ARGENTINA
    1978
    ⚽🏆
  • ESPAÑA
    1982
    ⚽🏆
  • MÉXICO
    1986
    ⚽🏆
  • ITALIA
    1990
    ⚽🏆
  • ESTADOS UNIDOS
    1994
    ⚽🏆
  • FRANCIA
    1998
    ⚽🏆
  • COREA
    2002
    ⚽🏆
  • ALEMANIA
    2006
    ⚽🏆
  • SUDÁFRICA
    2010
    ⚽🏆
  • BRASIL
    2014
    ⚽🏆
  • RUSIA
    2018
    ⚽🏆
  • QATAR
    2022
    ⚽🏆

Interrogantes al margen, no hay dudas entre los coleccionistas que las difíciles de los álbumes de 1974 y 1978 fueron el africano Mukombo, por un lado, y el alemán Sepp Maier y el húngaro Laszlo Fazekas, por otro. Prácticamente la unanimidad es absoluta. 

Historiador, docente y coleccionista de viejo, Rafael Bitrán está convencido que «no hay figuritas difíciles desde 1982. Los álbumes que vinieron después de Crack, me refiero a Ultrafigus, Cromi y Upper Deck ya habían eliminado las difíciles y Panini continuó esa tradición: todas las figuritas que imprime hoy la fábrica italiana tienen el mismo número de copias».

Bitrán recuerda puntualmente los primeros álbumes que editó Crack (empresa que cerró a finales de 1981) en 1974 y 1978. «Esas sí eran dificilísimas. Ya es de público conocimiento que Mukombo, el célebre jugador de Zaire que participó en Alemania Occidental 1974 fue responsable de muchas amarguras. Yo tardé más de 30 años en conseguirlo, y cuando lo hice en 2006, ya era padre», dice con aire de resignación.

Albert Mwanza Mukombo nació en 1945 en el Congo Belga, integró el seleccionado de Zaire (hoy República del Congo) en 1974, siendo el primer seleccionado africano en competir en un certamen mundial. Jugaba como defensor y se coronó campeón de la Copa Africa de 1973. Murió en octubre de 2001. Nunca supo sobre la popularidad que consiguió en Argentina por ser la figu más difícil.

En su cueva de libros y tesoros antiguos en Once, Bitrán muestra un ejemplar-tesoro del álbum del Mundial 78. «Éste tenía la particularidad que arrancaba con las caricaturas de la preselección argentina… Fijate, está Maradona, a quien Menotti después dejó afuera y después sí están las fotos de todos los planteles. Este álbum fue un boom y tenía dos figuritas muy pero muy difíciles: una era el alemán Sepp Maier y la otra, el húngaro Laszlo Fazekas. Es más, había una tercera compleja: el peruano Osvaldo Ramírez».

El arquero alemán Maier nació en 1944 en Metten y toda su carrera la realizó en Bayern de Munich. Jugó cuatro mundiales (1966, 1970, 1974 y 1978) consagrándose campeón en Alemania 74. Tiene 78 años. Fazekas fue un temible goleador en el club Royal Antwerp, donde anotó 252 goles. Participó de dos mundiales (1978 y 1982). Luego se convirtió en DT y ejerció en el fútbol belga. Tiene 74 años.

Raras, complicadas, complejas

Desde 1990, cuando Panini desembarcó en la Argentina, figuritas con la dificultad de Mukombo, Maier o Fazekas dejaron de existir, ya que la empresa apostó por imprimir igual cantidad de copias de cada ejemplar. Entonces las difíciles mutaron por eufemismos como raras, complicadas y complejas.

Volvemos a la casa del coleccionista Digiano y a su mesa sobrecargada. 

«¿Cómo que ya no hay difíciles? Sí, todos los álbumes las tienen«, descarga convencido y toma al azar el actual de Qatar 2022, al que revisa con delicadeza.

«En este álbum de cuestan las de Messi, Cristiano Ronaldo y el polaco Lewandowski, goleadores que, seguramente, vivirán su último mundial. Pero lo inexplicable y curioso es el escudo de la selección de Canadá. No me preguntes por qué pero hablé con mucha gente que está ansiosa por conseguirlo -comenta sorprendido»

​En una de las dos recorridas de Clarín por el Parque Rivadavia el último fin de semana buscaban otras «rarezas», como llaman también a las difíciles. «Pudimos conseguir en el canje el escudo de Canadá y la de Eriksen, el danés que tuvo el infarto», exclaman exultantes los gemelos Cristian y Gabriel Sambucetti (37). Coincide Mariano Gambartes (42), otro buscador incansable. «La de Canadá me resulta agotador, y te agrego a Nicolás Otamendi«.

Se insiste en la pregunta: ¿Existen las difíciles? «Algo de razón tienen los que dicen que ya no hay más –sostiene Gonzalo Durand, coleccionista y periodista free lance–. Hay más facilidades que antes, ahora hay grupos de coleccionismo, redes sociales, hay más formas de entrar en contacto con la gente e intercambiar».

Digiano toma otro álbum de la montaña de escombros que hay en su mesa, y el elegido es el del Mundial Sudáfrica 2010, «el último certamen de Diego Armando Maradona, ídolo entre los ídolos», arranca con aire protocolar. «Una de las más complicadas fue el escudo de la AFA, que era directamente inhallable. Otra muy difícil por entonces fue el delantero uruguayo Edinson Cavani».

Reynaldo Prado (47), que trabaja en sistemas, no se define como coleccionista, «apenas un juntador amateur que se lo toma muy en serio». Y recuerda aquel álbum del 2010 muy especialmente y concuerda: «No pude conseguir el escudo de la AFA, ver ese agujero ahí, me avergüenza. Pude comprarlo, pero nunca lo hice, lo mío es el canje».

Coleccionista y con un puesto en Parque Rivadavia, Ángel Santamaría no duda que las que le hicieron sudar la gota gorda en el Mundial 2010 fueron «primero el escudo de Corea del Norte y el de AFA al mismo nivel, después la del uruguayo Luis Suárez y en tercer lugar Zakumi, la mascota del Mundial». Uruguayo, Fabio Cario, otro coleccionista que vende «rarezas», remarca la complejidad que fue adquirir la de Suárez.

Ahora es el turno del Mundial 2018 en Rusia. «Un álbum que tenía una trampa, porque cuando se editó –consigna Digiano– todavía no estaban definidos todos los apellidos del equipo del por entonces Jorge Sampaoli, por lo que Panini decidió sacar, por fuera del álbum, una plancha aparte con otros integrantes, que resultaron un dolor de cabeza. «Ahhh pará, no puedo dejar de mencionar lo difícil que fue el amigo Honda, mediocampista de Japón, que hoy juega en el Pachuca mexicano».

José Mercadé, médico cirujano y coleccionista de décadas, comparte que Messi y Mbappé costaron y cree que Honda fue una de las complicadas. Esa duda la evacúa Marcelino Estevanez (39), carnicero. «Honda fue insoportable, terminé odiándolo, hasta que me reconcilié con el japonés una vez que la pude comprar por varios cientos de pesos de hace cuatro años«.

Es el turno de una de las «reliquias», como adjetiva Diggiano y se trata de USA 94, como se lee en su portada. «Hoy es casi imposible de conseguir y los pocos que lo tienen no lo venden y, si lo venden, agarrate, a no menos de 200 mil pesos. Yo lo compré con las figuritas pegadas y no me siento deshonrado, al contrario… Me enteré que algunos jugadores argentinos fueron complejos». 

Especialistas aseguran que sólo hubo difíciles en 1974 y 1978, otros que nunca faltan las más complejas. La fiebre de las figus y un viaje por los Mundiales.

Mercadé hace memoria ojeando su ejemplar. «Batistuta fue dificilísima. ¿Maradona? No estaba, Basile lo llamó recién para el repechaje con Australia». Fabio Cario, uruguayo, que vende material antiguo refuerza la dificultad. «El ‘Bati’ fue un hueso duro de roer». Reynaldo Prado parodia a Guillermo Nimo: «Sic sic, Batistuta».

Digiano manotea el de Corea-Japón 2002 y se empieza a reír. «Acá hay dos de las figuritas más difíciles que te juro yo padecí: una fue el arquero de Dinamarca Thomas Sorensen. También fue compleja, pero más entendible la de ‘Zizou’, el crack de Francia, Zinedine Zidane». Estevanez y Santamaría revisan sus anotaciones en la solapa de aquel álbum y se lee: «Costaron Sorensen, Zidane y Ronaldo». Pero Cario no vacila: «Rivaldo, el 10 de Brasil, me angustió».

No todos los coleccionistas sacan su material, lo trasladan o lo muestran. Entendible. Entonces, por videollamada, con algunos álbumes faltantes se determinaron cuáles fueron los ejemplares difíciles: en el Mundial 98, el francés David Trezeguet fue señalado como la piedra en el zapato; en 2006 sorprendieron el escudo de Croacia y el italiano Favio Cannavaro; en 2014, Neymar y el costarricense Keylor Navas. No muchos de los consultados poseían el de 1990, pero también hubo unanimidad: el pájaro Claudio Caniggia.

Yanina Bilski
Familia Durand
Familia Durand 2

De generación en generación

A diferencia de otras temporadas de figuritas, ésta se caracteriza por un común denominador: la comunión familiar. Como dice el video que se hizo viral en los últimos días, en el que se ve a una pareja dentro de un auto: «¿Por qué Panini no tuvo en cuenta que, también, iban a comprar figuritas los mayores de 40 años?».

«Creo que la activa presencia de los veteranos surge porque hay una nostalgia por esos tiempos de juguetes físicos y manipular revistas y álbumes de figuritas. Por otra parte, que los padres resulten actores importantes en la actividad podría deberse a un modo de conectar con los hijos desde un lugar lúdico pero analógico, algo infrecuente en estos días, debido a la omnipresencia de las pantallas», reflexiona Joaquín Linne, sociólogo, doctor en ciencias sociales e investigador del Conicet.

«Respecto a la materialidad –agrega Linne–, esa saudade y goce se asocian a la multidimensional idea de la experiencia analógica (en este caso, el álbum y las figuritas). El diseño, el olor, el tacto, el sonido de las páginas y de los sobres que se abren, también la sorpresa y y misterio que provocan, el despliegue visual a la vieja usanza. Se está en la búsqueda de la juventud perdida y añorada«.

Los juegos del ayer… ¿y del hoy?

El afán por coleccionar y pegar es indirectamente proporcional con los juegos que derivaban de las figuritas. Sí, en tiempo pasado, porque prácticamente ya no se practica ningún pasatiempo más allá de intercambiar para completar el álbum. Pero, ¿qué fue de la vida de la tapadita, el espejito, el punto o el desafiante «chupi?».

Conviene un repaso de aquellos juegos que peinan canas para lectores centennials: la «tapadita» consistía en arrojar figuritas, por turnos, hacia adelante. El primero que lograra tapar con la suya la otra, se llevaba el premio gordo.
En «el espejito» había que derribar las figuritas que se habían colocado paradas contra la pared y el botín se lo llevaba quién lograba dar en el blanco.

Historiador, docente y coleccionista de viejo, Rafael Bitrán está convencido que «no hay figuritas difíciles desde 1982. Los álbumes que vinieron después de Crack, me refiero a Ultrafigus, Cromi y Upper Deck ya habían eliminado las…

El «chupi» era un enfrentamiento cara a cara más venal. Había que poner una figurita en el piso o una mesa (o pupitre) y con una mano asestar un golpe seco tratando de darla vuelta… y llevársela. Claro que existían ardides alejados de la legalidad como lamerse la mano –a escondidas– para que la humedad tuviera mayor eficacia. Finalmente, el «punto» consistía en lanzar una figurita –con el tiempo se sofisticó la tirada– y ganaba quien llegaba más lejos.

​​Para Joaquín Linne, sociólogo y doctor en Ciencias Sociales, «se dejaron de jugar por el avance de las tecnologías digitales, debido a su batería seductora de propuestas de opciones gamificadoras de comunicación, información, aprendizaje y, en particular, de juegos. Los videojuegos y las redes sociales poseen muchas afinidades electivas con las generaciones jóvenes. La mayoría se siente a gusto de pasar su tiempo de ocio en estas superficies», hace saber.

«Otro aspecto a considerar –subraya Linne– es el crecimiento del sentimiento de inseguridad en las grandes ciudades, lo que llevó a que gran parte de padres y madres no permite que sus hijos jueguen de manera autónoma en la vereda o en la calle, como era costumbre décadas atrás». De todas maneras «hay movimientos de resistencia a este ‘tecno-mandato’ en el que muchos jóvenes apuestan a la actividad analógica, la cual provee salud y equilibrio».

Para Rafael Bitrán, historiador y docente, «no deberíamos ser tan terminantes y decir ‘ya no se juega más’. Sin ir más lejos, hace unos días, mis alumnos de un secundario me invitaron en el recreo a jugar al ‘punto’ y fue un rato hermoso. Seguramente se juega mucho menos y uno de los motivos más influyentes sea el avance tecnológico. Pero también hay que decir que el material con el que hoy sea hacen las figuritas no ayuda para nada«.

Asiente con convicción el coleccionista José Mercadé: «No hay manera de jugar al ‘punto’ o al ‘espejito’, las figuritas de Panini, además de ser autoadhesivas son muy livianitas. Las de mi época, que eran de cartón y redonditas eran cuatro veces más pesadas que éstas, ideales para competir. ¿Sabés las bolsas de figuritas que me gané al espejito y la tapadita?», desliza con melancolía.

Según consultó Clarín en las recorridas al Parque Rivadavia los dos últimos fines de semana, aquellos pasatiempos generan una sonrisa nostálgica en los de cuarenta para arriba. «Esos juegos eran la gloria y otra forma de acumular y llenar más rápido el álbum», dice Atilio Da Fonseca (54), docente de escuela secundaria. «Yo rara vez veo a los pibes jugando y cuando lo hacen, están más pendientes de que no se les doblen ni raspen… y rápidamente desisten».

Cada coleccionista lo vive de manera muy subjetiva y como define Bitrán, «coleccionar es el arte de alienarse«.

Fuente: https://www.clarin.com/sociedad/boom-polemica-figuritas-historia-obsesion-lleva-50-anos_0_PzQkHXQN6d.html