Los factores medioambientales son una causa importante de la miopía en la edad escolar. Tras estudiar diferentes hipótesis, las investigaciones más recientes se centran en la falta de exposición a la luz natural, junto al aumento de las tareas académicas que afrontan los escolares desde la educación primaria. El medioambiente es modificable y, por ello, algunos expertos creen que sería conveniente cambiar un estilo de vida marcado por largas jornadas de lectura en ambientes poco iluminados, por otro que fomente las actividades de los niños al aire libre.

Muchos padres miopes se preocupan por si sus hijos también lo son, pero suelen tener una actitud pasiva una vez que el niño o niña empieza a ver mal de lejos y, como mucho, los llevan al oftalmólogo para revisión y a la óptica para elegir las gafas. En general se desconoce que, tanto en familia como en el entorno escolar, se pueden aplicar ciertas medidas para retrasar la aparición de la miopía. Esa prevención es esencial, pues más allá de tener que llevar gafas a corta edad, la miopía puede llegar a desencadenar otros problemas en la visión.

Algunas instituciones internacionales abogan desde hace unos años por paliar lo que llaman “pandemia de miopía”. Según la OMS, en 2050 este problema afectará al 50% de la población mundial y la Academia Americana de Oftalmología (AAO en sus siglas en inglés) creó en 2019 el Grupo de Trabajo sobre Miopía, por el aumento global de prevalencia y de las complicaciones asociadas.

La miopía es un problema visual que en principio se regula bien con gafas o lentes de contacto, pero a veces puede progresar rápidamente y llegar a causar discapacidad visual con dificultad para leer hacia la edad madura. Además, ser miope moderado también aumenta el riesgo otras enfermedades como las cataratas. Todo ello, además de disminuir la calidad de vida de los miopes, supone un problema de salud pública de alto coste, por lo que la AAO ha publicado su posicionamiento en la revista Opthalmology (2021), tras revisar los últimos hallazgos científicos. Su conclusión: “La miopía es una condición visual multifactorial con una “prevalencia cada vez mayor causada principalmente por influencias medioambientales, como el desarrollo urbanístico y la escasa exposición al aire libre”.

En las últimas décadas se han estudiado muchos factores de riesgo para la miopía, desde género y etnia hasta actividad física, dieta y obesidad, pasando por trabajo con visión de cerca, exposición al aire libre, estatus socioeconómico y nivel educativo. Se cree ahora que haber prolongado los años de educación contribuye a aumentar la prevalencia de miopía. Sendos estudios señalan que esta aumenta en 0.18 puntos por cada año académico de más, o que los niños que viven en zonas urbanas multiplican por 2,6 veces la probabilidad de ser miopes comparados con los de zonas rurales.

Que los padres sean miopes es un factor de riesgo a considerar y puede ayudar a detectar qué niños requieren un control cercano con seguimiento por parte de los oftalmólogos cuando presentan progresión de la miopía a muy corta edad.

¿El miope nace o se hace?

“Hay miopes que tienen una predisposición genética (miopía de alto grado en la familia) pero son menos del 3% de los casos. La mayoría de la miopía escolar depende de la variación de más de 400 genes diferentes distribuidos uniformemente en toda la población mundial”, explica Rafael Iribarren, consultor clínico de oftalmología en Buenos Aires (Argentina), recalcando que la aparición de la miopía depende sobre todo de dos factores medioambientales como “estar poco tiempo al aire libre, siempre con luz artificial, y leer intensamente libros o dispositivos muchas horas al día y sin pausas”.

Iribarren, que lleva veinte años investigando sobre los factores de riesgo de la miopía, se muestra muy convencido del poder de la luz natural para evitar el excesivo crecimiento del ojo que se da en los miopes. Por ello defiende con contundencia que los niños pasen más horas al aire libre durante sus horarios escolares como medida de higiene visual. “Un lema podría ser más charla y menos libros para estudiar”, arguye.

“Los estudios indican que dos horas de aire libre al día en edad escolar pueden retrasar en años la aparición de la miopía, y esos son años de oro pensando en el pronóstico”, subraya María Marta Galán, que durante 15 años dirigió el Servicio de Oftalmopediatría del Hospital de Niños de La Plata (Argentina). Ambos oftalmólogos forman parte de un grupo de 16 expertos que han constatado el rápido avance de la miopía mientras niños y niñas argentinos permanecían enclaustrados durante meses por la Covid-19En su trabajo, prepublicado en The Lancet (2021), se concluye que la velocidad de progresión de miopía se incrementó un 40% por el encierro. Son resultados similares a los de otros estudios internacionales que confirman el rápido ascenso de las dioptrías por las condiciones del confinamiento.

Iribarren apuesta por desarrollar estrategias para el cambio cultural que supone priorizar la enseñanza oral antes que la lectura “y puede ser que enseñar valores y contenidos a través de juegos, cuentos y representaciones teatrales ayude a comprender la mayor parte de las materias”. Otras propuestas serían enseñar a los niños a escuchar lo que otros leen, favoreciendo la lectura por turnos para que no hagan tanta tarea de cerca; o que se hagan pausas en tareas prolongadas de lectura. Parece claro que importa el aire libre, pues en Taiwán, hace diez años se implementaron dos horas de educación al aire libre en las escuelas de todo el país y eso bajó la prevalencia de miopía a nivel nacional.

Llevado a cabo antes de la pandemia, ya se perciben factores relacionados con el estilo de vida, pero ni de lejos se acerca a las cifras asiáticas.

Con una muestra de más de 6.000 niños de 5 a 7 años vieron que la prevalencia de miopía aumentó del 17% al 20% entre 2016 y 2017, con un incremento de la tasa de alta miopía del 1.7% al 3.6%. El 43% de los participantes en el estudio pasaban más de 3 horas diarias con tareas de cerca y un 48.9% de ellos dedicaba la mitad de ese tiempo a dispositivos electrónicos. Sólo el 9.7% pasó dos horas y media diarias al aire libre.

¿Se puede evitar la miopía infantil?

Según Iribarren, en general, la miopía avanza hasta los 20-30 años de edad. La edad en que debuta la miopía más grave suele ser entre 6 y 12 años, y a partir de ahí las dioptrías aumentan a ritmo distinto. En los niños más pequeños aumenta un punto cada año (por ello pueden llegar a la adolescencia con 6 o 7 dioptrías), pero a partir de los 15 años la miopía aumentaría solo 0,50, y ya iniciada la veintena un 0,25 por año.

No existe ningún tratamiento curativo de la miopía, pero sí se puede retrasar su debut y enlentecer su progresión. Se están experimentando diversos métodos paliativos, pero ninguno tiene una eficacia tan espectacular como para considerarlo de forma exclusiva, según advierte el informe de la AAO. El grupo de trabajo sobre miopía ha analizado las diferentes medidas de control ópticas, farmacológicas y/o de cambios de conducta que proponen los estudios publicados hasta 2021.

Diversas encuestas internacionales demuestran que la mayoría de los oftalmólogos y optómetras del mundo siguen recomendando solamente gafas o lentes de contacto convencionales para los miopes. Hay otro tipo de lentes más sofisticadas que trascenderían a la mera corrección óptica para tratar de disminuir la progresión, pero no todas están disponibles en las ópticas. El comité de expertos de la AAO manifiesta que las gafas y las lentillas de desenfoque periférico consiguen resultados modestos y también muestra ciertas reticencias por las lentes ortoqueratológicas (lentillas que remodelan la córnea durante la noche y permiten ver sin gafas durante el día), por el riesgo potencial de queratitis microbiana.

El mismo comité concluye que para controlar la miopía podría ser más razonable el tratamiento farmacológico con atropina hiperdiluida (0.01%). Ya hay datos de que con esta dosis mínima se dan pocos efectos secundarios. La AAO advierte, no obstante, que la limitación de todos estos enfoques novedosos es que todavía no se ha podido realizar un seguimiento a largo plazo.

Imprescindible consenso familiar

“Es muy importante consensuar con la familia la opción terapéutica más adecuada para el niño que inicia una miopía. Debe ser como un traje a medida para cada paciente”, recalca Galán, advirtiendo que es importante saber qué niños tienen más riesgo, puesto que el inicio precoz de la miopía se relaciona con un grado más grave de la enfermedad en edad adulta.

Esta oftalmóloga pediátrica lamenta que, a menudo, los padres que son miopes no le dan importancia a las medidas preventivas para sus hijos. “Te dicen que ellos ya se operaron y listo. Pero hay que convencerles de que sus hijos tendrán mejor, pronóstico, y que ellos pueden ayudarles a ser menos miopes con algunas medidas”. Entre ellas, Galán se refiere al tratamiento con atropina, el mismo fármaco que se utiliza en oftalmología para dilatar las pupilas, pero en este caso diluido 100 veces. Su administración es muy sencilla (una gotita todas las noches) pero tan prolongada en el tiempo (durante varios años, hasta llegar a la edad en que las dioptrías aumentan más despacio) que muchos padres tiran la toalla poco después. “Pero incluso si en el futuro quieren operarse es importante que lleguen a la cirugía refractiva en las mejores condiciones”, insiste la doctora. Los trabajos publicados recomiendan administrar la atropina a partir de los 6 años en niños miopes con ojo sano. Se excluye a quienes tienen miopía a causa de algunos síndromes o alteraciones congénitas y a los niños prematuros.

Rafael Iturralde, que lleva casi 7 años prescribiendo este fármaco a sus pacientes, argumenta que si un niño de 6 años tiene ya 1,5 dioptrías estaría predestinado a tener cerca de 7 dioptrías entre los 15 y 20 años. “Pero si cumple con el tratamiento a rajatabla al terminar de crecer quedaría en menos de 3 dioptrías. Es decir, la enfermedad la seguirá teniendo, pero más leve”. De hecho, afirma que el niño seguirá con sus gafas y que los padres no notarán nada especial, “pero la miopía no progresará tan rápidamente como cuando no se hace nada para intentar frenarla”. Y Galán apostilla que las gotas de atropina “son lo más efectivo que tenemos para minimizar la progresión de la miopía, aunque hay que dejar muy claro que no siempre detienen su avance completamente”.

La principal duda que hace que muchos oftalmólogos no quieran prescribir esta terapia es que no se sabe en qué momento hay que interrumpirla. Hoy día hay pacientes de 18 años que siguen utilizando las gotas y se supone que deben interrumpirlas cuando deje de progresar la miopía. “A partir de ahí hasta los 25 años quizá sea conveniente utilizar las lentes o gafas especiales, si es que tienen un costo razonable”, apunta Iribarren. Lo que sí es bastante seguro es que el tratamiento con atropina debería dejarse paulatinamente de forma gradual y no brusca.

Fuente: https://cuidateplus.marca.com/familia/nino/2021/08/15/miopia-ninos-prevenir-aparicion-progresion-178994.html