Las instituciones recurrieron a la ayuda de los socios, del Estado y a actividades vìa Zoom u otras plataformas para mantener el contacto y las actividades.

Con el apoyo de los vecinos y una cuota de imaginación, los clubes de barrio aprendieron a «gambetear» el vacío y las deudas que les provocó la pandemia de coronavirus y poco a poco vuelven a retomar sus actividades.

Comunicaciones y la ayuda del Estado
«La pandemia afectó a todos y los clubes no fueron la excepción», contó  Rodrigo Veiga, miembro del Comité Asesor Honorario del Club Comunicaciones.

Veiga indicó que en el caso de su club, que se encuentra en el barrio porteño de Agronomía, al 5000 de la Avenida San Martin, recibieron el «apoyo y el empuje de nuestros socios que, en su inmensa mayoría, siguieron abonando la cuota social».

«Ninguna actividad dejó de entrenar durante la pandemia y se siguieron realizando a distancia más de 20, por Zoom, por Meet o alguna otra plataforma», destacó y dijo que esto permitió que no se pierda ninguna fuente de trabajo «ni de los profesores ni de los empleados y trabajadores del Club».

A pesar de la pandemia, los clubes de barrio no abandonaron su rol social

Uno en Santiago del Estero y otros dos en La Plata, tres clubes de barrios cuentan cómo, a pesar de la pandemia de coronavirus y aunque algunos tuvieron que cerrar por completo sus puertas, siguieron adelante y no abandonaron su rol social.

Daniel Arteca es presidente del Club Alumni, de Los Hornos, en La Plata. En diálogo con Télam contó que apenas comenzó la pandemia, hace un año atrás, «con un grupo de vecinos y socios empezamos a hacer ollas populares, algunos días en la sede y otros, en el campo de deportes».

Así, durante el primer pico de coronavirus asistieron los siete días de la semana a las personas del barrio que necesitaban ayuda. «Le dábamos de comer a unas 200 personas dos días en el campo, otros dos días en la sede a otras 200 personas, y los viernes a través de los chicos de nuestra institución también hacíamos ollas populares. Los sábados llegamos a entregar a 500 personas», aseguró Arteca, quien señaló que los domingos fueron «las chicas de fútbol femenino» las que se ocuparon del reparto de comida.

«Hoy la pandemia sigue estando, yo me contagie y sin embargo siempre estuvimos al pie del cañón. Hoy todavía no pudimos arrancar y salir adelante económicamente. Pese a no tener empleados a cargo ni salarios por pagar, tenemos el compromiso de pagar los servicios públicos. No pagamos desde marzo y eso nos acongoja, no tenemos los recursos para solventarlos», siguió Arteca, a cargo del Alumni con 600 socios.

No muy lejos, a 13 kilómetros, se encuentra el Club Villa Elvira, ubicado en la misma localidad platense. Daniel Rodríguez, su presidente, dice que el de ellos «es un caso aislado».

«Al comienzo de la pandemia el club había logrado equilibrar su situación económico-financiera. No tenemos empleados, lo que también ayuda, y con el pago de aproximadamente del 20% de la masa societaria logramos tener al día los servicios esenciales», explicó Rodríguez.

Por eso, su mayor actividad durante la pandemia fue ayudar al barrio. Desde el Centro de Fomento Villa Elvira, entre junio y diciembre se hicieron treinta entregas de alimentos frescos a las ollas y comedores de la localidad. Se repartieron 450 cajones con pollos, 450 bolsas de papa, 450 de cebollas, 450 de zanahorias, 450 de calabazas, y unos 5.500 bolsones de comida de 11 productos cada uno.

Además, en el club se realizaron dos jornadas de vacunación, 15 operativos Detectar, se trabajó en la regularización de documentos para vecinos extranjeros y hasta ayudaron en seis controles vehiculares del barrio.

En Santiago del Estero, Club Atlético Estudiantes, el «Estuky» del barrio de Huaico Hondo, se convirtió en el primero del país en participar de la campaña solidaria «Tu balón tu sueño», de la fundación chilena Cambia tu calle.

En plena pandemia y con las puertas cerradas, el club se sumó a la iniciativa de recolectar dinero para comprar pelotas de fútbol para repartir entre chicos carenciados. En total, fueron entregadas 85 en parajes y localidades del interior de Santiago.

«La pandemia se nos hizo difícil, no sólo en lo económico, sino también porque nos dolía cerrar las puertas, porque estábamos acostumbrados a mucha actividad», le dijo a Télam la presidenta del club, Ivanna Mujica.

Con más de cien años de historia, el Estuky recibía a más 400 chicos que participan de diferentes disciplinas como futbol, básquet, jockey, futsal y pelota al cesto.

Mujica cuenta que la pandemia no les sacó las ilusiones y a pesar de estar cerrados, siguieron trabajando en ampliar el club.

«Nuestro sueño es tener una pensión, en lo cual ya estamos trabajando porque ya tenemos el lugar. Ttenemos hecha las divisiones para las habitaciones, baños, cocina y lo que nos falta es equiparla. Además estamos haciendo el lavadero, una enfermería para que tengan un sector para sus controles y también un merendero nuevo, ya que antes le dábamos a los chicos en la cancha de básquet», contó la presidenta del Estuky.

El Club San Telmo, uno de los que logró resistir el aislamiento. El Club San Telmo, uno de los que logró resistir el aislamiento.

Además, Veiga aclaró que se fue volviendo «muy de a poco y siempre con las recomendaciones del Ministerio de Salud y cumpliendo los protocolos».

En cuanto a la posibilidad de cerrar el club, aseveró que «nunca se pensó en eso por los impedimentos económicos» porque «recibimos ayuda del Estado Nacional a través del ATP y del programa Clubes en Obra; eso nos ayudó mucho», remarcó.

«Actualmente estamos en el proceso de vuelta de la mayoría de las actividades, la respuesta de los socios es muy satisfactoria», concluyó.

Juventud Unida o el verdadero Luna de Avellaneda
Iris Pardal, es presidenta del Club Juventud Unida de Llavallol, lugar donde se filmó Luna de Avellaneda, dirigida por Juan José Campanella.

«La cuarentena nos dejó tecleando, no hay ningún club que no esté endeudado», dijo a Télam Pardal, porque «somos un club de 300 pibes con una cuota mensual de 150 pesos».

En este punto, contó que durante la cuarentena la mayoría de los socios no pudo pagar la cuota pero «de a poquito empezamos a volver, con pocos niños; un día para patín, un día para básquet y con los protocolos correspondientes» y así, detalló, pudieron comenzar a pedir que paguen las cuotas adeudadas «como puedan».

Asimismo, dijo que durante el aislamiento social, preventivo y obligatorio, los profesores optaron por dar clases por zoom para poder ganar «algo de dinero» y que «los niños no pierdan el interés por el deporte».

Aunque- Parda- aseveró que la pandemia «no los dañó tanto», contó que tienen una deuda de agua debido a una pérdida que no notaron a tiempo pero «por suerte, el resto de las cosas las pudimos ir pagado, cuando se nos acabó la plata que había de ahorros fuimos pagando nosotros para no generar deuda porque eso era un problema».

La pandemia impidiò los contactos presenciales y muchos encuentros sociales. La pandemia impidiò los contactos presenciales y muchos encuentros sociales.

«El club estuvo totalmente cerrado hasta agosto, fue un volver paulatino primero con patín y básquet, con clases de 8 o 9 personas» pero en febrero se va a suman vóley, zumba, pilates, árabe, taekwondo y la escuela de cine y fotografía, indicó con alegría la presidenta del club .

«La tristeza de ver un club cerrado es inmensa, te dan ganas de llorar; y nosotros encima perdimos a nuestro socio fundador -Raúl Duhalde de 102 años- y fue un dolor muy grande despedirlo con las puertas del club cerradas», relató con tristeza y añadió: «Tuvimos que estar separados de la gente del club en muchas situaciones difíciles donde no pudimos estar presente y fue muy triste «.

Las instituciones tambié contaron con la ayuda del Estado. Las instituciones tambié contaron con la ayuda del Estado.

«La gente del Club Juventud Unida de Llavallol es, a veces, mucho más familia que la propia familia», sentenció y concluyó: «Una hora más de club es una hora menos de un chico en la calle, en la computadora o en la play».

«Tuvimos que estar separados de la gente del club en muchas situaciones difíciles donde no pudimos estar presente y fue muy triste «.CLUB JUVENTUD UNIDA

Por otra parte, desde la comisión directiva del Club Atlético San Telmo, ubicado en el 1257 de la calle Bolívar, entre Avenida San Juan y Cochabamba, informaron que «gracias al trabajo de las autoridades del club, los empleados cobraron en tiempo y forma» y, si bien falta terminar de arreglar algunos impuestos, «el club no llegó a tener grandes deudas» .

«Cada vez volvemos un poco más a ser lo éramos antes de la pandemia, con la gente y actividades, logrando recuperar gran parte de los socios e incorporando nuevos», destacaron.

En este punto, indicaron que los socios fueron pagando su cuota social durante la pandemia o la abonaron cuando regresaron «para estar al día».

Sobre si en algún momento pensaron en cerrar las puertas, aseguraron que «no se pensó porque es, además, un lugar donde los chicos pueden venir a realizar la actividad que desean y pueden tener un lugar donde poder disfrutar con amigos».

«Cada vez volvemos un poco más a ser lo éramos antes de la pandemia, con la gente y actividades, logrando recuperar gran parte de los socios e incorporando nuevos».CLUB SAN TELMO

En tanto, contaron que subsisten «por los socios, el fútbol profesional y las ayuda de la Asistencia al Trabajo y la Producción (ATP)».

«El club se encuentra bien, retomando con sus actividades, tenemos una escuela de fútbol con y sin competencia, futsal femenino, handball femenino y masculino, hockey, patín artístico y zumba. También contamos en la sede del club con boxeo, karate y taekwondo», detallaron sobre las actividades que se realizan el club a diario.

Fuente: https://www.telam.com.ar/notas/202102/545235-clubes-barrio-vecinos-pandemia.html