La tercera edad de Esther Díaz & Pacho O’Donnell

Ella es filósofa y tiene 84 años. Le gusta ir a bailar y reivindica el autoerotismo.El es médico y tiene 82. Va al gimnasio y reforzó su vocación por el arte

La tercera edad de Esther Díaz & Pacho O'Donnell: erotismo, nuevas metas y libertad

A sus 65 años el escritor, historiador, médico psiquiatra, dramaturgo y ex político Pacho O ‘Donnell (82) se recibió de viejo.

Así lo recuerda. Estaba en una larga cola para hacer un trámite y le dijeron que se acerque a la ventanilla para que lo atiendan directamente, sin necesidad de esperar. A regañadientes, lo hizo. Nadie se lo recriminó.

La filósofa, escritora y profesora Esther Díaz (84) rozaba los 50 años cuando recibió un batacazo similar. Bailaba con desparpajo en la mítica Cemento cuando escuchó avanzada la madrugada a un grupo de adolescentes susurrar: “¿Por qué no te levantás a la vieja?”. Fue como un puñal en su corazón punk. Le encantaba bailar. No pisó más su disco preferida.

En ambos casos, un golpe cruel del afuera materializó el tiempo y la finitud del camino. Las estocadas los hirieron y, a su vez, abrieron la puerta a una nueva etapa, la más larga de la vida: la vejez.Esther Díaz y Pacho O'Donnell reflexionan sobre la etapa más larga de la vida. Foto: Fernando de la Orden.Esther Díaz y Pacho O’Donnell reflexionan sobre la etapa más larga de la vida. Foto: Fernando de la Orden.

La muerte empezó a avizorarse más cerca. Sin embargo, Pacho y Esther descubrieron una perla crucial: sus calendarios vitales estaban llenos de días.

Viva reunió a los dos intelectuales para debatir justamente sobre la Tercera Edad en el siglo XXI. De sus sombras y sus luces, internas y externas. Del cuerpo que se deteriora y del alma que resiste. Del poder del amor y la sexualidad. De lo que sigue en pie y de lo que no se recupera más.

De los patrones culturales occidentales que asocian a las viejas y a los viejos con lo oscuro, lo depresivo, lo pasivo y lo enfermo.

“La vejez nos recuerda que no somos eternos”, sentencia Pacho. Frente a esa certeza, ¿es la mejor o la peor etapa de nuestras vidas?

La entrevista es en el departamento del historiador con vista a una lluvia torrencial e incesante. Como en una tertulia en la que los invitados no se conocen personalmente, O‘Donnell y Díaz cruzan las primeras reflexiones con una distancia que se acorta en segundos.

“Pacho, leí tu libro (La Nueva Vejez: ¿La mejor edad de nuestras vidas?) y me quedaron algunas dudas que te quería consultar. Este encuentro es un sueño cumplido”, dispara jovial Esther.

“Yo también leí algunos textos tuyos, Esther. Hay conceptos muy interesantes”, responde serio Pacho.

Después de romper las formalidades posando para las fotos y de intercambiar información sobre recientes caídas -en la calle, Pacho, y en su casa, Esther-, la filósofa y el historiador se sientan cerca para escuchar y escucharse.

Pese a la humedad, se apagan los ventiladores para no perturbar el silencio y las gargantas. El lugar se percibe como un oráculo del que ninguno va a salir igual a como entró.

-¿Qué es la vida?

-Esther: A veces la vida es maravillosa y a veces es espantosa. No podría darle una categoría porque son tantas las etapas y las circunstancias de cada etapa que podés estar feliz y triste a la vez. Pienso la vida como el río tumultuoso de Heráclito. Todo cambia, cambia y cambia. La vida es un cambio perpetuo, una constante llena de variantes.

-Pacho: Para mí la vida es algo azaroso. Ese azar, que puede ser en sí mismo ridículo y absurdo, tiene un sentido y es el que le demos. Tenemos que hacer algo que valga la pena, que justifique haberla vivido. Una buena vejez tiene que ver justamente con una buena vida. La mala vejez empieza cuando los proyectos son reemplazados por los recuerdos.

-Están transitando la vejez ¿Cómo se sienten en esta etapa?

-Esther: Como dice Pacho en su libro, es la etapa que más años vivimos. Eso es lo que me asusta un poco, que sea tan larga. Estoy de acuerdo con él con que hay que mantenerse lo más jovial posible, pero me deja una pregunta: ¿qué sentido tiene vivir muchos años? Yo tuve la terrible experiencia de ver a mi mamá morir a los 103 años con total lucidez después de estar ciega y paralítica los últimos 10. Se murieron mis dos hijos. Lo peor que me podía pasar, me pasó. Cuando miro para adelante y veo la muerte, me da vergüenza tenerle miedo si mis hijos pasaron por eso. Sí tengo mucho miedo al deterioro.La filósofa Esther Díaz perdíó a su madre de 103 años y a sus dos hijos. Foto: Fernando de la Orden.La filósofa Esther Díaz perdíó a su madre de 103 años y a sus dos hijos. Foto: Fernando de la Orden.

-Pacho: Cuando planteo que es importante que las personas mayores tengamos la mejor relación posible con el cuerpo, no es la batalla contra la muerte, porque la muerte es invicta. Ni una batalla contra el deterioro. Ni la prolongación de la vida. Dicen que en 2050 va a ser muy común llegar a los 100 años. Incluso hablan de la extensión sin límites de la vida. Lo que hay que preguntarse es por el viejo que va a llegar a esa edad. Porque si no se avanza al mismo tiempo sobre las enfermedades cognitivas, como el Alzheimer, se va a llegar a un mundo habitado por viejos deteriorados. Me hace acordar mucho a la novela de José Saramago: Las intermitencias de la muerte.

-Esther: A mí me hace recordar a la novela de Simone de Beauvoir, Todos los hombres son mortales. Hay uno que es inmortal y está desesperado. Porque ve envejecer y morir a todos y él siempre está lúcido. Quiere la muerte. Una vez, siendo muy chica, en un consultorio, escuché a un señor de unos 60 años decir: “Gracias a la muerte”. Esa frase me quedó grabada y de grande la rescaté. El hombre decía que cuando uno es viejo, empiezan a repetirse las cosas. Las actitudes de la gente que uno conoce son más o menos las mismas, difícil que el que fue de una manera cambie de golpe. La repetición, la repetición, la repetición. En algún momento tiene que acabarse. No estoy deprimida pero, en mi caso, creo que ya es suficiente con lo que viví.

-Pacho: La muerte es lo que le da sentido a la vida. Borges habla de la inmortalidad en El inmortal. Dice que, en caso de ser inmortales, lo imposible es no componer, siquiera una vez, La Odisea. Yo comparo la vida con un partido de fútbol. Es importante saber que dura 90 minutos. En esos 90 minutos, tenemos que tratar de hacer los mejores pases, los mejores goles… Los seres humanos negamos el paso del tiempo. Una forma de resolver el terror a la muerte es negar el paso del tiempo. Se suele decir: lo sorprendió la muerte. No te puede sorprender algo que sabés que va a pasar en algún momento. El saber que nos vamos a morir debe ser aquello que nos impulse a hacer de la vida lo mejor que podamos. Yo pienso que la vejez es un desafío. Hay que tener la capacidad de superar los problemas que te vienen. Acá aparece un problema que a mí me preocupa mucho. Es muy difícil hablar de la vejez en medio de una crisis económica tan importante, donde las personas más vulnerables son las personas mayores. La paradoja de la palabra jubilación es que viene de júbilo. Se supone que es un momento de alegría, donde dejás de trabajar y podés vivir sin tantas exigencias. Esto pasa en los países desarrollados, pero no en el nuestro. Acá, la jubilación es un drama.

Etapa oscura vs etapa creativa

“Los viejos son feos”. “Tienen olor rancio”. “No tienen sexo”. Nada de eso para Pacho y Esther. Eso es “viejismo” -define el escritor- que es el prejuicio, la discriminación a la vejez.

Según las últimas estadísticas del Indec (2022), el 18,4 % del total de las mujeres tiene 60 años o más, mientras que en el caso de los hombres representan el 14,6%.

A partir de que dejé de menstruar, me descubrí multiorgásmica. Me saqué de encima el SuperYo de lo que podía pasar si quedaba embarazada.

Esther DíazFilósofa

Las proyecciones indican que esa cifra irá en aumento. “Nosotros tenemos 22 y 24 años de viejos respectivamente”, bromean Pacho y Esther, considerando como bisagra a los 60.

O’ Donnell descubrió a sus 80 que podía hacerle frente, con ejercicios y buena alimentación, a una insuficiencia cardíaca que lo persiguió y persigue desde hace décadas.

La imagen de su espalda musculosa que su mujer Marina subió a las redes impactó como rayo certero en el afuera, pero sobre todo positivamente en él. Elevó su autoestima en todos los planos.

Esther camina casi todos los días y se hizo algunos retoques estéticos. En los últimos años se probó como actriz en el documental biográfico Mujer nómade (2018) y en la misma sintonía escribió Filósofa Punk (2019).

“Existe una imposición cultural muy oscura de la vejez. Hay que demostrar que puede ser una etapa activa, dinámica, erótica y creativa. Es una imposición aceptada muchas veces por las personas mayores y ahí está el gran problema. Tenemos que rescatar que es la etapa en donde uno puede pagar deudas con uno mismo. Hacer lo que no hizo en su juventud o adultez”, dice Pacho.

-¿De qué manera?

-Pacho: Podés estudiar idiomas, seguir una carrera terciaria… Hay tiempo para eso. Pablo Picasso pintó hasta los 90. El presidente Bartolomé Mitre llegó a viejo y descubrió que su verdadera vocación era la poesía. Publicó poemas de su juventud y tradujo la Divina Comedia del italiano antiguo al español antiguo. En su vejez en el exilio, José de San Martín pintó marinas y murió junto al mar en Boulogne Sur Mer.

-¿Esos deseos de realizarse son anteriores a la vejez?

-Esther: En mi caso, sí. A los 50 años empecé a disfrutar de mi sexualidad. No porque antes no hubiera tenido relaciones sexuales, pero era otra cosa. A partir de que dejé de menstruar, me descubrí multiorgásmica. Sí, en ese momento había que cuidarse del SIDA. Las vueltas de la vida… Creó que empecé a vivir así porque me saqué de encima ese SuperYo terrible de lo que podía pasar si quedaba embarazada. Desde ese punto de vista, empecé a pasarla mejor con los años.

-Pacho: Fuiste en contra de la imposición cultural que decía que la mujer fue criada para tener hijos y que, cuando llega a la menopausia, se transforma en una persona asexuada.

-Esther: Estuve –y en algunos casos estoy- colonizada por el patriarcado. Sin ir más lejos mi libro erótico-pornográfico El himen como obstáculo epistemológico lo publiqué después de que me jubilé como profesora regular de la UBA. Nadie me lo prohibía. Yo misma me lo prohibí.

– En esa imposición cultural de la que habla Pacho, se cree que en la vejez no existe el sexo…

-Pacho: Una mujer mayor que demuestre su deseo sexual es una “vieja loca”. Y el varón es un “viejo verde”. Es importante que los viejos nos demos derecho a la sexualidad, a la masturbación, al juguete sexual, a la caricia, a la ternura. Tenemos sexo hasta el último día de nuestras vidas. Si bien los años hacen que la erección y la penetración pierdan o vacilen en su centralidad, está todo lo otro. Y eso permite relaciones sexuales muy satisfactorias.

-Esther: A cierta edad no es fácil conseguir pareja, pero siempre existe el autoerotismo. Estando solas y desnudas no tenemos que avergonzarnos de nuestro cuerpo. La sexualidad no tiene fecha de vencimiento. Dentro de mí me siento una mujer de 30 a 35 años.

-¿Qué tipo de viejos son?

-Esther: Yo me siento una vieja divertida. Aspiro a eso. Tengo amigos más jóvenes que hacen bailes y por suerte pude volver a bailar. Durante años iba a reuniones aburridas. Me siento bien con gente joven.Pacho O'Donnell señala la paradoja de que la palabra jubilación provenga de júbilo. Foto: Fernando de la Orden.Pacho O’Donnell señala la paradoja de que la palabra jubilación provenga de júbilo. Foto: Fernando de la Orden.

-Pacho: La vejez es ir perdiendo cosas. Es un duelo insistente. Perdés seres queridos, movilidad, ciertas capacidades. Pero no tiene que ser un momento trágico.

-¿Qué deseos cumplieron en la vejez que tenían postergados en otras etapas?

-Pacho: Yo descubrí mi cuerpo. Nunca tuve mejor relación con mi cuerpo que en mi vejez. También siempre me gustó el arte en general y siempre hice teatro. En esta etapa, intensifiqué mucho mi pasión por lo teatral. Recientemente se estrenó Escarabajos, una obra de teatro mía en el Centro Cultural de la Cooperación.

-Esther: Cuando me di cuenta de que empezaba a ser vieja, rescaté mis 13 años. Nací en una familia muy humilde de Ituzaingó. Mi papá era diariero. Mi mamá era ama de casa. Éramos tres hermanas criadas muy represivamente. No me dejaron hacer el secundario. Yo lloraba a gritos que quería estudiar. Y en mi casa, decían que estudiar era de atorrantas. Entonces empecé a hacer una bibliotequita por mi cuenta, aprendí a escribir. A los 5 años escribí un cuaderno entero de poesías. Estaba orgullosa de mis poesías y cuando se las mostré a mi mamá me dijo: “Dejá esas pavadas y andá a lavar los platos”. Lo mismo cuando quise publicar un dibujito en la revista Mundo Infantil. Lo hice igual y publicaron mi Vaca Aurora, que rescaté hace poco gracias a un periodista. En la preadolescencia estaba enamorada de (Gustavo Adolfo) Bécquer. Por eso, cuando todos dormían, me iba a la cocina, ponía la radio bajita y dibujaba. Hice un retrato de Bécquer con un amor total. Cuando me cansaba de dibujar, leía un libro de Iniciación Literaria que tenía mi hermana. Mi mamá se levantaba, me apagaba las luces y me mandaba a dormir. Ahora, tengo mi biblioteca, mi música, mis dibujos y nadie me jode. Puedo estudiar toda la noche. Recuperé mi preadolescencia.

-¿Les quedan cuentas pendientes?

-Pacho: Muchas cosas. Si te hago una lista de las cosas que me gustaría hacer o que no hice, sería muy larga. La muerte no es el fin. Es una interrupción.

-Esther: Hasta los 80 años te hubiera dicho que quería ser “la Hegel” argentina. No me resigno pero no va a poder ser. A raíz de la prohibición familiar de la que fui víctima, recién empecé a estudiar a los 30 años. A los 30 años (Friedrich) Nietzsche había publicado su obra más importante. A los 50 años, (Martin) Heidegger, El Ser y la Nada. Llevo 30 años de atraso. Si me dieran 50 años más de vida, estudiaría más, más y más filosofía. Me hubiera gustado leer la obra completa de Santo Tomás sin los dolores que tengo hoy en la espalda.

– ¿Y el amor?

-Esther: Para mí la filosofía es más importante que el amor. El momento más feliz de mi vida fue el día que vi mi nombre entre los que habían ingresado a la carrera de Filosofía en la UBA. Toqué el cielo con las manos.

-Pacho: Algo que aprendí en mi vejez es a amar en el sentido más amplio de la palabra. Gozo mucho del amor de quienes me quieren y de los que quiero. Para mí es muy importante en estos momentos. El amor a mis hijos, a mi maravillosa mujer, a mis amigos… Uno pierde mucho tiempo en las cotidianeidades y se olvida del amor. Soy un promotor de la idea de que hay que expresar el amor. Parte de la cultura en la que vivimos es lo obvio, dar por sentado. Creo que muchas de las cosas que pasan cuando alguien muere y el dolor que produce es todo lo que no se hizo con ella o no se le dijo. Algo que aprendí en mi vejez es a decir “te quiero”. Siempre fui a un tipo muy ocupado y creo que eso te lleva inevitablemente a dar por sentado toda una esfera del amor. La vejez me ha permitido esa posibilidad. Los agradecimientos: cuánta gente ha sido importante en tu vida y no les dijiste gracias. En la vejez es bueno pensar en las personas a las que deberías darles las gracias por lo que significaron en tu vida. Buscalas y agradecele. Es muy emocionante.

Algo que aprendí en mi vejez es a amar en el sentido más amplio de la palabra. Gozo del amor de quienes me quieren y de los que quiero.

Pacho O’DonnellHistoriador

-¿Vos como sentís al amor, Esther?

-Esther: Yo comparo una vida feliz como la de Pacho -aunque habrás tenido tus infelicidades- con una vida como la mía. Cuando murieron mis hijos era una setentona y quedé totalmente borrada de sentimientos. Al principio, el dolor fue espantoso y la única manera que encontré -creo que como autodefensa- fue empezar a sentir menos. Me acuerdo que Bécquer decía en un poema que tenía clavada una espina en el corazón y que no se la podía sacar, y que un día por fin la arrancó y que, junto con la espina, se arrancó el corazón. La única manera que tuve de poder soportar lo que me pasó fue sintiendo menos. No fue algo consciente. Mi vida fue barrida por la muerte de mis dos hijos. Puedo ir a bailar, puedo sentirme contenta, feliz, pero nunca con la misma intensidad que antes. La bajada del dolor fue la bajada del placer estético en general. Por suerte me sigue gustando la literatura. Es algo que sigo disfrutando. Yo almuerzo y ceno con un atril leyendo siempre. Sigo gozando esos momentos, pero no con la intensidad de cuando sufría con intensidad.

-Al principio de la entrevista hablamos de la muerte. ¿le tienen miedo?

-Pacho: La muerte no me parece una buena noticia. Hay un chiste de Groucho Marx que dice: “No le temo a la muerte pero no me gustaría estar ahí cuando suceda”.

-Esther: Yo a los 80 años descubrí que algo que me había mantenido una llama viva despierta en mí que es la verdad. Siempre me intrigó la verdad. Fue uno de los motivos por los cuales estudié filosofía. Qué es la verdad, qué define la verdad, a qué le llamamos verdad. Cómo nos ponemos de acuerdo muchas personas de que algo es verdad. Yo creía que en un momento maduro de la vida se me iba a revelar una verdad de lo que era la vida. Pero cuando veo caer a la gente a mi alrededor y me estoy por caer yo misma me di cuenta de que no hay verdad. La única verdad es que no hay verdad. En algún momento la muerte irrumpe y punto. Yo pensé que se completaba la vida pero no. La vida no se completa, se quiebra, mueras a la edad que mueras. Coincido con Pacho: en un principio no le tengo miedo a la muerte, pero tengo cualquier granito y en seguida salgo corriendo al médico. La muerte es tan contradictoria como la vida misma.

-Pacho: Algo de lo oscuro ligado a la vez es que vejez remite a la muerte, sobre todo en Occidente. No voy a juzgar el hecho de que te operes y te saques algunas arrugas, pero creo que es importante no negar el paso del tiempo. La vejez aparece terrorífica siempre y cuando no hayas podido asumir lo que significa el paso del tiempo.

– Recuperando el planteo: ¿es la vejez la mejor edad de sus vidas?

-Pacho: Puede ser la mejor. No me animaría a decirlo de otra manera. He tenido una vida con subas y bajas, pero esta no es una mala etapa.

-Esther: Yo no sé si es la mejor etapa de mi vida, pero sí la más libre. Nunca me sentí tan libre como ahora, cuando me saqué las obligaciones de encima, no tuve que pensar en dar más concursos en la universidad. Es la etapa de la libertad siempre y cuando no seamos esas personas mayores que se dejan dominar por los más jóvenes. La independencia es una de las cosas más ricas que tenemos los seres humanos.

La entrevista está por terminar y el reloj vuelve a correr. Afuera sigue lloviendo. “No sé si lo sintieron, pero esta charla se pareció a lo que los griegos llamaban alegréis. Jean Paul Sartre los denominaba ‘momentos perfectos’”, pone en palabras Esther la experiencia compartida. Pacho agradece.

-¿Les queda algo por decir?

-Esther: Siento que me dan permiso, así que lo voy a decir: te quiero Pacho.

-Pacho: Yo también te quiero Esther.

Fuente: https://www.clarin.com/viva/tercera-edad-esther-diaz-pacho-odonnell-erotismo-nuevas-metas-libertad_0_uCBwfTZXMU.html