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Una adolescente y una adulta mayor cuentan cómo la ley cambió sus vidas. Mientras «Cocó» Chiosso se prepara para su fiesta de 15 años, Marcela Romero, quien obtuvo su partida de nacimiento rectificada antes que se sancionara la ley a través de un fallo judicial y participó en la construcción de la normativa, celebra que «ninguna persona trans tenga que pasar por lo que yo y otras pasamos para tener su DNI».

POR MARÍA ALICIA ALVADO

Yo siempre supe que era una nena Es algo que lo traemos desde chiquititos nada ms que a veces nos cuesta ponerlo en palabras Foto Irma Montiel

Una adolescente trans cordobesa, quien cumple 15 años el mismo día en el que se cumplen 10 años de la sanción de la Ley de Identidad de Género, y una mujer transgénero con varias décadas de activismo que está próxima a iniciar los trámites de la jubilación, celebran esta norma y reflexionan para Télam sobre el impacto de esta política pública en sus vidas.

«Yo siempre supe que era una nena. Es algo que lo traemos desde chiquititos, nada más que a veces nos cuesta ponerlo en palabras», dice a Télam con mucha soltura Constanza «Cocó» Chiosso desde la localidad cordobesa de Villa Nueva, donde vive con su familia.

Esa vivencia interior tan definida que no encontraba correspondencia con el DNI, se expresaba de distintas maneras:

Cocó, la que se ponía toallas en la cabeza para simular pelo largo.

Cocó, la que soñaba con una fiesta de 15 y no de 18.

Cocó, a la que le gustaba un nene y no una nena.

Y si bien la Ley Nº 26.743 que reconoce el derecho a la identidad autopercibida ya tenía cinco años cuando ella nació, la adolescente cuenta que en aquel tiempo «no se hablaba de las niñeces trans, por eso mi mamá me decía que cuando sea más grande recién iba a poder ser mujer».

La primera vez que lo pudo plantear tenía solamente cuatro años: «Yo salí de bañarme en la casa de mi abuela, me miré al espejo y pregunté que por qué yo era así, que yo no quería ser así, que yo quería ser una nena», recuerda.

Luego, «para encajar en mi entorno, a los siete años dije que era gay hasta que mi mamá leyó un artículo sobre Luana –una nena trans de Buenos Aires- y se comunicó con la psicóloga de ella, quien le explicó que yo también era una nena trans, que me tenía que acompañar y nunca dejarme sola».

Foto Irma Montiel

Cocó recuerda muy bien el día que a sus diez se sintió habilitada para empezar su transición a partir de una conversación con su mamá, en la cual le confirmaría lo que ella ya sabía: que no había nada de malo en ser quien sentía ser y que lo mejor era expresarlo libremente, ahora ya sin resistencias familiares.

«Recuerdo que me sentó y me dijo ‘¿qué pasa si te digo que podés ser la nena que siempre quisiste ser?’ Yo la miré y le dije: ‘¿en serio?’ Y cuando ella me dijo sí, yo le dije ‘bueno, obvio que quiero'», relata.

«Encima me acuerdo que justo antes de eso mi mamá me había rapado y costó que el pelo creciera de nuevo; mientras tanto, yo usaba vinchitas», comparte la adolescente, dueña hoy de una abundante cabellera con mechones de colores, que le cubre la mitad de la espalda.

Con la familia directa apoyando, fue necesario que el afuera conociera y aceptara su nueva identidad.

«Yo estaba muy segura de lo que quería y no había quien se ponga en mi camino. Mis compañeros de colegio por suerte lo tomaron re bien, mejor que los adultos. Hay familiares a los que les costó mucho aceptarme. Aún hoy les cuesta. Perdimos gente también, porque no todo es color de rosa», reconoce.

Respecto a las personas trans y travestis adultas que conquistaron derechos a través de la lucha, Cocó dice: «Tenemos que agradecerles un montón porque sin ellas, las niñeces trans no estaríamos acá, definitivamente».

VALERIA: «NOSOTRES SOMOS LES ENCARGADES DE QUE ELLES TENGAN UN FUTURO PLENO»

La fiesta de cumpleaños de 15 de Constanza «Cocó» Chiosso será recién el mes próximo porque su familia y ella no llegan con los tiempos para organizarla; hasta el momento ya tiene elegidos los dos vestidos «el corto y el largo», y la lista de invitados ya excede el límite propuesto.

«Cuando mi hija más grande tuvo su fiesta de 15, Cocó empezó a hinchar con que quería una fiesta igual, y yo le decía ‘vos vas a tener a los 18′», dice a Télam su madre, Valeria Herrera.

«Yo no lo tomo como una presentación en sociedad, yo voy a hacerla porque me gusta, porque la quiero y porque desde el minuto uno que empecé mi transición le dije a mi mamá ‘ahora me vas a tener que hacer la fiesta de 15′», explica por su parte Cocó.

Como le encanta celebrar, producirse y bailar, Cocó señala que no se ha perdido una sola Marcha del Orgullo en los últimos cinco años.

«Me pinto la cara y salgo re feliz. Me gusta mucho marchar y que la gente salga de las casas para aplaudirnos. Eso re llena el corazón», valora.

Valeria resalta que no fue fácil la tramitación del DNI, que todavía hay espacios donde no respetan la identidad de su hija, que la educación sexual integral (ESI) que se da en las escuelas sigue omitiendo a las personas trans, y que junto a otras familias de niños y adolescentes están en proceso de conformar una asociación de acompañamiento.

«Los primeros que tenemos que tomar conciencia de la gravedad de no reconocer quiénes son nuestres hijes, somos nosotres, les encargades de que elles tengan un futuro pleno. ¡Y es tan feo ver a un niñe o adolescente cuando no lo dejan ser! Esas miradas tristes te parten en 55.000 pedazos», concluye Valeria.

Marcela tuvo que dejar tempranamente la casa familiar en el Gran Buenos Aires y la prostitucin se present como la nica opcin para sobrevivir Foto Victoria Gesualdi

Una experiencia de vida muy distinta le tocó atravesar en su tiempo a Marcela Romero, la presidenta de Casa Trans y titular de la Asociación de Travestis, Transexuales y Transgéneros de Argentina (ATTTA) Red Nacional, quien confiesa: «Nunca pensé que iba a llegar a los 60 años». Los cumplirá el año próximo.

«A las de mi generación, que vivimos nuestra juventud en los ’70 y ’80, nos robaron la niñez y adolescencia porque a los 18 ya eras una adulta que habías caído presa o pasado por instituciones de menores y teníamos encima sentencias de comisarios que en esa época oficiaban como jueces por los edictos policiales», rememora.

«En realidad, las niñeces siempre estuvieron, la diferencia es que ahora están acompañadas por las familias que vienen a pedir apoyo a las organizaciones, antes eso no existía», agrega.

Marcela tuvo que dejar tempranamente la casa familiar en el Gran Buenos Aires y la prostitución se presentó como la única opción para sobrevivir, una actividad entonces muy riesgosa teniendo en cuenta los edictos policiales que criminalizaban su identidad, los códigos contravencionales que prohibían la oferta de sexo en la vía pública y una sociedad profundamente represiva que siguió siéndolo para ellas incluso hasta bien avanzada la democracia.

Foto Victoria Gesualdi

«La mayor expectativa era emigrar a Europa, que en realidad era una migración forzada porque buscábamos poder vivir en libertad, que no nos llevaran todo el tiempo detenidas», comparte la dirigente.

Y aunque pensó irse del país, la conformación de ATTTA en los ’90 renovó la decisión de quedarse a luchar por sus derechos. En principio no ser detenidas por ser personas trans, una vez derogados las disposiciones que así lo habilitaban, «pudimos empezar a debatir el derecho a la identidad» con una mirada despatologizadora.

«Ahora vamos a la ley integral trans porque la democracia argentina tiene que reparar y reconocer todas las violencias represivas e institucionales que sufrieron las mujeres trans mayores de 40 tanto en dictadura como en democracia», resalta.

Esas violencias iban desde obligarlas a limpiarse el maquillaje para sacarse la foto del DNI, pasando por golpearlas y violarlas en un calabozo, hasta hacerlas cruzar corriendo la autopista Panamericana para no quedar otros 30 o 60 días detenidas, es decir, sin poder trabajar para sobrevivir.

«En los ’70 y ’80 todos los días teníamos una compañera muerta en la Panamericana», asegura.

Ella obtuvo su partida de nacimiento rectificada 13 años antes que se sancionara la Ley de Identidad de Género, a través de un fallo judicial y aún en plena vigencia del paradigma patologizador de las identidades trans, por lo cual tuvo que pasar por pericias psicológica y psiquiátrica para poder obtenerlo

«El expediente mío, el dictamen, lo usamos para trabajar el proyecto de ley. La intención fue que ninguna persona trans tenga que pasar por lo que yo y otras pasamos para tener su DNI, por eso insistimos que tenía que ser un trámite administrativo, como finalmente salió», resalta.

El 9 de mayo de 2012 se sancionó en Argentina la Ley Nº 26.743, legislación pionera en el mundo que reconoce el derecho de las personas a cambiar nombre, imagen y el sexo registrado en los documentos.

Fuente: Télam