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Este 14 de mayo se cumplen 25 años de la muerte del célebre cantante. Su rol como actor, su relación con la mafia y su visita a la Argentina.

El 14 de mayo de 1998, veinticinco años atrás, el mundo enmudeció ante la partida de Frank Sinatra. Se apagaba la vida de un cantante deslumbrante, uno de los mayores artistas del Siglo XX con una carrera de 60 años. La noticia se conoció a última hora de esa tarde y, aunque se esperaba, sacudió al mundo.

Murió a los 82 años, de un ataque cardíaco masivo. Frank Sinatra tenía graves problemas de salud. Le habían detectado un cáncer de vejiga, y sufría serios problemas respiratorios que habían generado una neumonía que se sumaban a un estado de avanzada demencia senil.

Pocos días antes de morir, en uno de esos momentos de lucidez cada vez menos frecuentes, le dijo a su esposa Bárbara Marx: “Estoy perdiendo”. Vivía su tránsito hacia el más allá con la tranquilidad de un jugador que sabe que toda racha favorable en algún momento se corta.

Nueva York y Las Vegas

Aunque murió en su casa en Palm Springs, Los Angeles, buena parte de sus historias se tejieron entre Nueva York y los casinos y hoteles de Las Vegas, donde quizás se sentía más cómodo que en su propia casa.

El día de su muerte y en su reconocimiento se apagaron las luces de Las Vegas Strip en tanto que los casinos de Nevada y Atlantic City suspendieron sus juegos durante un minuto como despedida a un noble amigo. “For Frank”, dijeron los altavoces de cada una de las salas de juego.

Ahora bien, La Voz era un hombre que había vivido una larga e intensa vida. En lo personal, especialmente intensa: abusó de la bebida, del cigarrillo, de algunas sustancias y con una emocionalidad casi tangible, tanto se enfurecía como lloraba con llamativa facilidad, dos caras indisolubles de su carácter.

Por dónde anduvo dejó su estela, En los años de Hollywood fue líder de la llamada Pandilla de Ratas (Rat Pack) donde militaban Humphrey Bogart, Sammy Davis Jr., Dean Martin, Judy Garland, Peter Lawford y David Niven y que estremecieron a sus contemporáneos con sus excesos. Eran los enfant terrible del espectáculo.

Al amor, al deseo y al dolor

Sinatra cantó esencialmente sobre el amor, el deseo, la esperanza y el dolor y todas estas historias se las cantó a un mundo de extraños como si fuera un grupo de amigos íntimos. Sabía llegar al corazón de cada uno de sus oyentes. Ese carisma envuelto en un talento único lo convirtió en una estrella que atravesó modas a lo largo de seis décadas.

Los únicos que pueden compararse con su fama fueron Elvis Presley y Los Beatles.

Llegó a ser una estrella de la música popular a principios de la década del ’40; las adolescentes entraban en un estado de frenesí con sólo verlo, algo que dos décadas después con los Beatles sería moneda corriente y quizás una teatralización de aquellos estados de histeria.

Fue el primer sex symbol en los Estados Unidos. A pesar de sus contratiempos y esa precaria estabilidad emocional mantuvo su calidad interpretativa y esa embriagadora soltura que compraba audiencias.

Como cantante tuvo su mayor influencia en Bing Crosby y definió mejor que nadie el perfil del crooner que lo llevó de casi un papel secundario a un protagonismo inédito. Era un estilista, un artista que aceptó la modernidad en su provecho, como cuando utilizó la amplificación para estar bien por encima del sonido de la orquesta y poder desarrollar esa intimidad con la audiencia. No quería subir la voz, sino acercarse al oyente

Con el paso de los años descubrimos al Sinatra actor, intenso, conmovedor que interpretó personajes complejos, difíciles, torturados. Fue amigo cercano del presidente John F. Kennedy y de Ronald Reagan, también compañero de gánsteres. Ídolo tanto de gente rica como del hombre común. A veces se comportaba como un matón de mal carácter y, a veces, mostraba esa faceta de generosidad sincera, alegre.

Más intuitivo que riguroso, Sinatra no se atenía excesivamente a los ensayos fuesen con su orquesta o para una escena de un filme. Donde quizás se ponía perfeccionista como en ningún otro lado era en el estudio de grabación. En ese espacio no concebía errores.

Según Bill Martin, uno de sus pianistas, llegó a grabar hasta 14 tomas de un tema hasta que quedó como quería. Por cierto, Sinatra grabó más de 1200 canciones, de las cuales alrededor de 130 fueron verdaderos hits, vendió 150 millones de discos y participó en unas 50 películas.

A pesar de los fórceps, un oído excelente

Francis Albert Sinatra nació el 12 de diciembre de 1915, en el barrio de Hoboken, Nueva Jersey, en un parto traumático en el que debieron utilizar fórceps y que le causaron problemas en el tímpano izquierdo y una cicatriz detrás de esa oreja.

Hijo de padres italianos, Natalina, nacida en Génova y Antonino, siciliano. Ella comadrona (llegó a estar detenida por practicar abortos) y afiliada al Partido Demócrata y él, bombero, boxeador peso gallo y dueño de un bar que atendía por las noches. Una familia de clase media católica con muy fuertes lazos dentro de la comunidad italiana de Nueva Jersey y eso sabemos qué puede indicar.

Desde muy joven le apasionó la música; dejó la escuela secundaria poco antes de terminar para seguir una carrera en el canto. La década del ’30 eran años de radio y concursos de talentos. Grandes artistas surgieron de esos “torneos” que tenían a la propia audiencia como jurado y, precisamente, uno de esos concursos le permitió a Sinatra comenzar su carrera.

Agosto de 1935, el grupo vocal Hoboken Four, en el que forma parte Frank, gana el Original Amateur Hour, de Major Bowes y sale de gira con el grupo de Bowes. Tras esa experiencia, vuelve a su casa y toma un trabajo de mesero cantante en el restaurante Rustin Cabin, en Inglewood, que tenía una radio en el local desde la que se transmitía música y donde cada tanto cantaba.

El trompetista Harry James, que se había separado de la orquesta de Goodman andaba tras la caza de un cantante para su nueva Big Band, lo escuchó, lo encontró y lo contrató para su orquesta. Corría 1939.

El 13 de julio de 1939, Sinatra hace sus primeras grabaciones con la orquesta de James, que sería sólo un trampolín en su carrera. Cuatro meses después acepta la oferta del trombonista Tommy Dorsey, que dirigía una de las big band más importantes y con mucho trabajo en Nueva York, Chicago y en el Medio Oeste de los Estados Unidos.

La calidad natural de su voz y ese encanto arrasador fueron cincelados en la orquesta de Dorsey en donde aprendió esa particular manera de respirar y conectar hábilmente con cada canción. Del trombón tomó su forma de frasear y el manejo de los silencios, una herramienta valiosa en su expresividad.

El cambio de década fue importante para la vida profesional de Sinatra, ya que fue uno de los que definieron la llamada Era del Canto. Se basó sobre lo que existía y que era un riquísimo Songbook norteamericano, con composiciones de Jerome Kern, Irving Berlin, George Gershwin, Cole Porter y Richard Rodgers.

La Voz reinterpretó ese material de una manera íntima, sofisticada y convincente, porque tenía el talento para transmitir esas historias. Un repertorio que estaba en el corazón del público norteamericano, pero interpretado de una manera moderna en la que el oyente cobraba vida en el protagonista.

Sinatra sabía eliminar la distancia entre él y su audiencia. Los shows parecían convertirse en charlas íntimas en el living.

Con Dorsey estuvo dos años y medio y 16 de sus grabaciones figuran en el Top Ten, entre ellos el legendario I’ll Never Smile Again, que entró en el Salón de la Fama de los Grammy.

Pero lo que tenía que pasar pasó y Frank terminó por eclipsar a Dorsey, un músico de bastante mal genio, que celoso le impuso cada vez más duras condiciones en su contrato que terminaron por cansar a la estrella naciente.

Cuando llegó el momento de separarse; Sinatra tenía un contrato recién firmado en Columbia con cuyo adelanto se liberaba de Dorsey.

Otra versión, que no estaría errada señala que Willie Moretti, uno de los jefes de la mafia de Nueva Jersey y padrino artístico de La Voz, se acercó hasta la casa del trombonista y llegado el momento le puso un revólver en la cabeza y le dijo: “Lo dejás ir o te mato”. Uno de los argumentos más convincentes que habrá escuchado Dorsey en su vida.

De todos modos, Dorsey lejos de ofenderse por la partida de Sinatra era justo en su comentario: “Se podía sentir la emoción que recorría el auditorio cuando ese jovencito se ponía de pie para cantar Stardust”.

Los primeros éxitos

En 1942, ya iniciada su carrera solista graba dos éxitos Night and Day There Are Tales Things, con los que alcanza dos números uno en ventas y no hay radio en la que no pongan esas canciones.

Durante estos años iniciales, mientras sube en las ventas y en popularidad comienzan a aparecer grabaciones anteriores con Harry James como, por ejemplo, All or Nothing at All, o con Tommy Dorsey, In The Blue of The EveningTodos sacan provecho del talento de este insuperable cantante.

La emoción que lograba Sinatra en el público se consolidaba concierto a concierto, disco a disco. Uno de los momentos clave en la construcción de su mito fue la fría noche del 30 de diciembre de 1942, en el Teatro Paramount, en Times Square, Nueva York.

Una gala especial dedicada al Rey del Swing, Benny Goodman, quedó completamente opacada con Frank Sinatra, las Bobby Soxers (adolescentes) en cuanto subió al escenario entraron en una histeria colectiva que hizo estallar el teatro.

A partir de este concierto, La Voz se convirtió en un fenómeno de adolescentes, de los que tenía que escapar por la puerta de atrás en cada ocasión. Un año después, el 13 de octubre de 1943, en el mismo teatro, unas 40.000 fanáticas hicieron colapsar las calles en busca de entradas.

Entonces aparecieron los clubes de admiradoras y se multiplicaron los contratos radiales, como el exitoso El show de Frank Sinatra. En 1943, Sinatra renovó su contrato discográfico con Columbia por un millón de dólares. Una cifra hasta ese momento insuperable.

Hacia mediados de los años ’40 comienza su interés por la política, un aspecto que siempre estuvo presente en su horizonte y fiel a la prédica de su madre hace un aporte importante para la campaña del partido demócrata y suma su apoyo al presidente Roosevelt.

Pero en esa vida de éxitos musicales también había problemas y Frank mostraba un costado problemático, ya que exhibía una fidelidad sentimental engañosa que terminó por descubrirse y causarle serios problemas a su carrera.

Casado en 1939 con Nancy Barbato, con quien tuvo tres hijos, Nancy, Frank y Tina, hacia mediados de los años ’40 comienza a tener o se conocen amoríos con diferentes mujeres.

Se conocen sus deslices con Lana Turner y Marylin Maxwell, que dejan a la opinión pública en estado de shock. Sinatra vendía una imagen familiar feliz con su esposa y sus tres hijos, típicamente italiana y católica. La opinión pública no lo perdonó y comenzó un declive en su vida artística, sus canciones dejaron de interesar y sus películas pasaron sin pena ni gloria.

La estrella de Sinatra se oscurece. Se enamora de la actriz Ava Gardner y cansado de los papelones con fotógrafos y admiradores, donde cada tanto llegaba a las manos, se divorcia de Barbara el 1° de noviembre 1951 y se casa con Ava el 7 del mismo mes. En la encuesta de la revista Downbeat de ese año queda en el quinto lugar como mejor cantante.

Renació haciéndose actor

Como un Ave Fénix renació, pero no a partir de su voz, sino con su actuación en el filme De aquí a la eternidad (1953), donde encarna al sufrido soldado Angelo Maggio en un papel insuperable y con el que gana el Oscar a Mejor Actor de Reparto. Descubrimos en Sinatra a un actor dramático tan creíble como cuando canta.

La mitología hollywoodense cuenta que Sinatra estaba convencido de que debía ser él quien encarnara al personaje de Maggio en esa película y no sólo sacrificó buena parte de su cachet, sino que movió todas sus influencias, incluso Ava Gardner intercedió ante el productor Fred Zinnemann para que le dieran ese papel y lo logró.

Dos años después compitió con Marlon Brandon en los Oscar por su papel en El hombre del brazo de oro (1955), donde hace el papel de Frankie Machine, un ex presidiario adicto a la heroína que lucha por recuperarse y encontrar un medio de vida honesto.

Filmó como protagonista en pocos años once películas, incluidos musicales, junto con Rita Hayworth, Grace Kelly, Tony Curtis, Dean Martin, Shirley McLaine y Kim Novak, con quien tuvo un romance.

Ahora faltaba retornar a la música. Alan Livingston recuerda que cuando en 1953 anunció la contratación de Sinatra para el sello Capital sólo recibió miradas desaprobatorias en el directorio. “Para ellos era un artista acabado”, dijo.

Sin embargo, Sinatra logró recomponerse y volver a convertirse en un ídolo gracias al director y arreglador Nelson Riddle que supo adaptar las canciones de un repertorio conocido a las necesidades de La Voz.

Dos años después, en 1955, la revista Time decía con Sinatra en la tapa: “En la actualidad, es lo mejor del mundo del espectáculo. A punto de cumplir cuarenta años encaminó una segunda carrera que promete ser incluso más brillante que la primera”.

Tuvo romances y affaires con un sinnúmero de mujeres, entre otras, Lauren Bacall y Angie Dickinson. En este aspecto, podríamos considerar a Sinatra como una persona que no podía estar solo, sin pareja y algo se jugaba en ese aspecto para que no perdiese oportunidad de mostrarse acompañado.

Su paso por Buenos Aires

Fue una de las visitas más promocionadas de la historia del espectáculo en Buenos Aires.

Sinatra llegó en agosto de 1981 y su estadía es recordada no tanto por la calidad de sus shows como por el quiebre económico que le produjo a Palito Ortega, devenido en productor por aquellos años. Fueron diez días en la ciudad y Sinatra, con 65 años, acompañado por su esposa Barbara, hizo dos conciertos en el Luna Park y tres shows en el Salón Libertador del Sheraton Hotel a 1000 dólares la entrada.

Eran años de la dictadura militar y el encuentro con Roberto Viola, a cargo del gobierno, despertó naturales sospechas.

En realidad, a Sinatra, con razón o sin ella, lo vincularon a diferentes organizaciones, ninguna de la cual para presumir. Se decía que era miembro de la mafia, que trabajaba para la CIA, que era delegado del presidente republicano Ronald Reagan en algunos asuntos; en fin, nada comprobable, aunque sobraban pistas de relativa seriedad para estas suposiciones.

Sus días en Buenos Aires pasaron tranquilos, sin sobresaltos, saboreando las pizzas de muzzarella de Angelín y con actuaciones dentro de lo esperable, una orquesta bien ajustada y Sinatra con oficio cuidando lo que le quedaba de voz, aunque intacto su carisma.

Custodiado de cerca por sus guardaespaldas, Sinatra dio más la sensación de un político que la de un cantante de vuelta de todas las críticas o de las balas, en este caso.

El balance de las presentaciones de Sinatra quedó con un fuerte saldo negativo en lo económico. Palito debió vender hasta el automóvil para pagar el contrato. El mayor problema que encontró la producción fueron las fuertes devaluaciones del peso que caracterizaron la gestión del ministro de Economía, Lorenzo Sigaut, que aunque duró menos de un año devaluó el peso en un 225%.

El acto final

Sinatra se destacó como uno de los grandes cantantes de todos los tiempos. Su timbre suavemente dorado, su manera de respirar la melodía y su elegante dicción se apoyaban en un enorme magnetismo. Cuando los vientos cambiaron hizo célebres versiones de temas Presley, de Los Beatles, de Joni Mitchell y de Simon & Garfunkel, aunque todas llevadas a su terreno, el de la balada ágil o melancólica.

También en sus sesenta años de carrera hubo retiros, como el de junio de 1971 y regresos, como el de 1973, que fueron golpeando su popularidad y que a la manera de Presley, lo llevaron a refugiarse en Las Vegas.

Se retiró con 80 años, en 1995, con un concierto en el Shrine, de Los Ángeles, con Ray Charles y Little Richard como invitados. Fue un hombre de modales suaves y una mirada cautivante que no lograba del todo esconder a un tipo duro, hecho en el negocio del espectáculo.

Hizo versiones históricas, definitivas de algunas canciones, como My Way y New York, New York, que mostraban dos aspectos de su carácter: su determinación y el amor eterno por su ciudad.

Periodista deportivo

Una de las pasiones de Frank Sinatra a lo largo de su vida fueron los deportes; incluso La Voz soñó alguna vez con una carrera como periodista deportivo y hasta trabajó como redactor en un pequeño periódico de Nueva Jersey, el Jersey Hudson Observer.

Sin embargo, estuvo más cerca de su ambición cuando en 1971 cubrió con carnet de prensa y fotógrafo para la revista Life la pelea del siglo entre los pesos pesados Muhammad Ali y Joe Frazier con foto y todo en la portada.

Bajo mi piel

Una de las canciones emblemáticas de Sinatra fue I’ve Got You Under My Skin (Te llevo bajo mi piel), compuesta por Cole Porter en 1936 para el musical Born To Dance.

La Voz lo cantó por primera vez en 1946 dentro del popurrí Easy To Love, en la radio, sin embargo, el sello definitivo lo puso en 1955 cuando lo cantó con un swing algo más ágil con una Big Band, dirigida por Nelson Riddle, amante de la música de Ravel y que se perciben en los modernos arreglos del tema.

Fuente: https://www.clarin.com/espectaculos/musica/frank-sinatra-dia-voz-dejo-mudos_0_qG1mKKZTvG.html