El hombre revisa y modifica su machismo

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Daniel Jones: “Cambiaron los umbrales de tolerancia sobre el machismo”. Involucrarse, poner en discusión mandatos funcionales a la desigualdad y desarmar comportamientos naturalizados son solo algunas de las propuestas de los hombres que buscan prevenir la violencia de género, como el investigador Daniel Jones, doctor en Ciencias Sociales y miembro del Instituto de Masculinidades y Cambio Social.

POR EVANGELINA BUCARI

Para Jones hay ms varones que estamos dispuestos a reconocer gestos o huellas del machismo en nuestra forma de manejarnos que a reconocernos violentos
Para Jones, «hay más varones que estamos dispuestos a reconocer gestos o huellas del machismo en nuestra forma de manejarnos, que a reconocernos violentos».

Cada vez más varones se proponen revisar sus privilegios, cuestionar las conductas machistas que siguen naturalizadas, rever el rol de la paternidad y discutir los tiempos de crianza. En síntesis, interpelarse y preguntarse qué pueden hacer ellos activamente para prevenir la violencia de género.

En este sentido, Daniel Jones, doctor en Ciencias Sociales y miembro del Instituto de Masculinidades y Cambio Social, plantea la necesidad de “pensar en masculinidades alternativas” frente a las de un modelo patriarcal, con mayor compromiso en las tareas domésticas y de cuidado y revisando las violencias y resabios machistas que quizá no son tan evidentes. “Requiere un trabajo colectivo entre varones, romper complicidades o formas naturales”, resume Jones, que es papá de León, de 11 años, y parte de la Campaña Paternar por la ampliación de licencias parentales.

-Jones, muchos varones no se sienten interpelados por los discursos contra la violencia de género o no se consideran machistas ni mucho menos violentos. ¿A qué lo atribuís?

-Diferenciaría entre machismos y violencias. Me parece que hay más varones que estamos dispuestos a reconocer gestos o huellas del machismo en nuestra forma de manejarnos, que a reconocernos violentos. En el caso del machismo, me parece que uno está dispuesto a veces a reconocer eso, algunos resabios que nos quedan porque siempre está la explicación o la excusa de que “así fuimos criados”.

En el caso de la violencia, creo que los varones en general, pero muchos de ellos que transitan formas de violencia, tienden a ubicarla en un tercero, porque es una forma de particularizar a los sujetos, como que la violencia no los atraviesa a todos sino que se encarna en algunos varones, en alguna forma de ser varones. Es mucho más movilizante pensar qué formas de violencia y qué dosis de violencia nos atraviesan a todos los varones y en qué forma se ejercen. Porque de esa manera no hay, digamos, un mecanismo exculpatorio y tranquilizador de situarla en suertes de “varones monstruosos”.

-Entre esas violencias más naturalizadas están esos comportamientos más sutiles, pero no por eso menos nocivos, que el psicólogo Luis Bonino llamó micromachismos. ¿Cuáles son sus características para que sean tan invisibilizados?

-Los micromachismos son comportamientos y actitudes que permiten mantener los privilegios de los varones cuando ya no se aceptan los machismos más evidentes, agresivos, brutales. Suelen pasar desapercibidos, sobre todo porque están bastante naturalizados, son muy reiterativos y de baja intensidad. Hay muchos ejemplos cotidianos en el marco de la pareja, como puede ser desentenderse de hacer algunas actividades domésticas dejando un vacío y que, en el caso de una pareja heterosexual, la mujer tenga que hacerse cargo. O que las tareas de crianza o de cuidado de un hijo o una hija recaigan más en la mujer y que estos arreglos parezcan “naturales” porque nunca son puestos en cuestión.

Pero los micromachismos no son privativos de la vida en pareja. Aparecen en todos lados: en las oficinas, los talleres, en los lugares de militancia política. En el ámbito laboral se da muchas veces en aquellas tareas que no están pautadas. Quien prepara el café y quien toma las notas de una reunión en general son las mujeres. No porque cumplen una función de secretaria formalmente, sino porque lo hacen de hecho. O por ejemplo, quien compra los regalos para los compañeros de trabajo cuando se hacen regalos colectivos, también son ellas. Estas son quizá formas que parecen bastante inocentes o pequeñas cuestiones, pero que tienen un patrón común junto con otras más grandes, que es disponer del tiempo y la energía de las mujeres a favor de los deseos, el tiempo, el disfrute o la energía de los varones, que lo podemos dedicar para otras cosas.

-¿Por qué a los varones les cuesta tanto identificar estas actitudes?

-Uno vive los privilegios propios con mucha naturalidad; los privilegios de clase social, étnicos, raciales. Es decir, cuando uno no es víctima de discriminación o no es la parte débil de una desigualdad es difícil darse cuenta de que uno ocupa un lugar privilegiado. Como los micromachismos son mecanismos para garantizar esas desigualdades y, a diferencia de los machismos más abiertos o brutales, son mecanismos más sutiles o más naturalizados, es difícil percibir la paja en el ojo propio.

Entonces, muchas veces, los varones que hacemos esfuerzos por no ser machistas o consideramos que hay otros varones que son más machistas, cuando nos observan algo que podría ser clasificado como un micromachismo, eso nos genera mucha resistencia, pero creo que también es así porque cambiaron los umbrales de tolerancia sobre el machismo. Y en ese sentido, no digo que toda la sociedad haya cambiado, pero hay muchos varones que ya no solo no se enorgullecen de ser machistas, sino que buscan tomar distancia públicamente.

-¿En qué consisten esos privilegios? ¿Y cómo se los puede discutir y desnaturalizar?

-Hablar de privilegios siempre es incómodo porque uno piensa que siempre hay alguna persona más privilegiada que uno, sea por éxito, riqueza, lo que sea. En ese sentido, no es fácil ni cómodo decirle a alguien que tiene privilegios. Yo pienso que el privilegio funciona como algo naturalizado e invisible que nos pone en un lugar de jerarquía. Y los privilegios son relativos. Por ahí, podemos no tener privilegios frente a otros varones, pero sí frente a las mujeres. Puede ser el salir a la noche sin el temor a ser agredidos sexualmente o ser violados, porque es verdad que me pueden robar el celular, pero eso le puede pasar a una mujer como a un varón. El temor al ser violado es un temor más constitutivo de las mujeres.

Hablar de esos privilegios que tenemos no significa motorizar el mecanismo de culpa, necesariamente. No, el mecanismo de culpa no garantiza el cambio social ni mucho menos. Ahora, ¿de qué manera desarmamos esas estructuras jerárquicas que garantizan nuestros privilegios? Lo mejor es pensar cuántos de esos privilegios que nos vienen dados suponen desigualdades para otras personas y ver si el costo de esos privilegios que tenemos no lo están pagando otras personas. Y sobre los privilegios concretos, a medida que uno va avanzando en la reflexión y en conocer realidades ajenas, saltan a simple vista. Pero no solo los privilegios que tenemos en tanto varones, sino también muchas veces varones blancos, sin discapacidades, heterosexuales y cis género. Digo, son capas y capas de privilegios que, como no padecemos ninguno de los costos de estar en un lugar privilegiado,