Aldo Cammarota: el humorista que inventó el término «gorila»

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Apasionado por la política, quería ser presidente pero se destacó como guionista de radio y televisión, donde trabajó, entre otros, con Tato Bores.

“La política es como limpiar vidrios. No importa de qué lado esté uno, la mugre siempre está del otro lado”.

“Si en el cine se gana dinero, es una industria; si se pierde, es un arte”.

“Uno de los problemas más serios del mundo actual es que muchas personas creen que porque han estudiado no tienen que pensar”.

Aldo Cammarota reflexionaba con frases agudas, razonamientos que hoy, seguramente, serían furor en Twitter.

Con rasgos de Alfred Hitchcock, y a modo de premisa, Cammarota, que había nacido en Buenos Aires el 9 de marzo de 1930, solía decir que “un día sin sonrisas jamás se recupera”. Y que con su trabajo sólo pretendía “que los argentinos empecemos a distendernos”.

Ya exiliado en los Estados Unidos, en 1978 le preguntaron: “¿Cómo es la imagen de la Argentina en el exterior?”. Y él respondió: “La imagen es mala y el sonido es pésimo”.

Aldo Cammarota (sentado, el segundo desde la izquierda), en un festejo de «La revista dislocada». A su izquierda, Juan de Dios Filiberto, y a su derecha, Nelly Beltrán y Carlos Balá.

Criado en el barrio de Congreso, su papá, Orestes, trabajaba de empleado; su mamá, Fortuna, era ama de casa. Hasta sexto grado cursó la primaria en la Escuela Número 3 de Floresta. A los 12 años se mudó con su familia a Córdoba, donde siguió estudiando en la Escuela de Comercio Jerónimo Luis de Cabrera. Allí, por sus inquietudes, empezaron a llamarlo “el pibe política”.

Con 14 años fundó un centro barrial, una especie de comité que llevaba el nombre de Coronel Perón. El joven Cammarota, como tantos otros adolescentes de aquella época, tenía “vocación militar”. Y por eso admiraba al fundador del Partido Justicialista. Sin embargo, todo se alteró cuando, a los 15, se enfermó de poliomielitis.

“Mi visión de las cosas cambió desde aquel momento”, reconoció. “Lo que teníamos en común Perón y yo era que queríamos ser presidentes. Yo pensaba llegar a través de la carrera militar, pero todo quedó de lado cuando me enfermé. Sólo tenía un consuelo: que Roosevelt logró ser presidente de los Estados Unidos”.

La enfermedad le dejó secuelas, y a veces utilizaba un bastón. Pero salió adelante con tenacidad. “Dentro de la desgracia tuve algo de suerte: la parálisis no afectó mi sistema respiratorio. Por eso sobreviví… Si no, ahora estarían hablando con un fantasma”, explicó sin perder el humor en diálogo con la revista Así en 1965.

Como no pudo seguir el camino de Perón y ser presidente, Cammarota se convirtió en humorista. Y lo más curioso del caso fue que, sin proponérselo, creó el término “gorila” para definir a los antiperonistas.

“En marzo de 1955 hice por radio (en La revista dislocada) una parodia de Mogambo, una película con Clark Gable y Ava Gardner que sucedía en África”, recordó el episodio en una columna que escribió para Clarín en 1985. “En el sketch había un científico que ante cada ruido selvático decía atemorizado: ‘deben ser los gorilas, deben ser’. La frase fue adoptada por la gente. Ante cada cosa que sucedía, la moda era repetir: ‘deben ser los gorilas, deben ser’. Entonces, vino el golpe militar de 1955. Al ingenio popular le quedó picando la pelota: ‘deben ser los gorilas, deben ser…’. Los golpistas se calzaron gustosos aquel mote”.

Tanto fue así que, en 1963, el Partido de la Revolución Libertadora reivindicó el término, y para las elecciones de aquel año su lema fue: “Llene el Congreso de gorilas”.

Con el tiempo, incluso, los “gorilas” estuvieron dentro del propio peronismo: era el modo con que la izquierda montonera buscaba descalificar a la derecha sindical.

En el acto del 1° de mayo de 1974, frente al balcón de la Casa Rosada, los jóvenes revolucionarios le cantaron a Perón: «Qué pasa/qué pasa/ qué pasa General/ que está lleno de ‘gorilas’ /el gobierno popular?». El presidente les respondió: “A través de estos 21 años las organizaciones sindicales se han mantenido inconmovibles, y hoy resulta que algunos imberbes pretenden tener más mérito que los que lucharon durante 20 años».

A principios de los ’90 el sindicalismo peronista trató de “gorila” a Carlos Menem por sus políticas “neoliberales”. En este caso, el cántico era: “Traigan al gorila musulmán/ paraaa que vea/ que este pueblo no cambia de ideas/ lleva las banderas de Evita y Perón”.

En 2022 hay “gorilas” para todos los gustos, entre los libertarios, en la izquierda, dentro y fuera del peronismo/kirchnerismo…

“¿Cuál es la alternativa, Cammarota? ¿Peronismo o antiperonismo?”, lo consultaron en la revista Así en 1972. Y el guionista no dudó: “La alternativa es propiedad privada o propiedad del Estado”.

Los comienzos de Cammarota como autor de textos humorísticos habían sido en revistas como Cascabel y Rico Tipo. En 1948 debutó en Radio el Mundo, en el ciclo Desde México al Caribe. Luego, en 1952, se sumó a Radio Argentina como guionista de La revista dislocada, que se emitía los domingos al mediodía (su creador fue Delfor Dicásolo y su locutor, Cacho Fontana). Cada vez más consolidado, el programa pasó a Radio Splendid y, en 1959, llegó a Canal 7 y fue “semillero” de artistas como Alberto Locati, Nelly Beltrán y Jorge Porcel.

Al año siguiente, Cammarota siguió su carrera como guionista de Telecómicos (primero por Canal 9 y luego por el 11), un programa que, en sus casi 500 emisiones, se destacó por los sketches en que se parodiaba a la clase política: había dobles de Perón, Álvaro Alsogaray, José Ignacio Rucci y Paco Manrique, entre otros; los dirigentes jugaban al juego de la silla… En fin.

“El único que se enojó por tener un doble en el programa fue el doctor Ricardo Balbín. Es más, hasta recibimos felicitaciones de Frondizi, Alsogaray y Rucci”, explicó Cammarota en Clarín en 1973.

Con sus libretos acuñó frases como “a la pelotita” o “istamos pirdidos” e inventó el “pendorcho”, un aparato imposible de definir que aumentaba la producción si se lo colocaba en una máquina. También es de su autoría la frase “Argentina año verde”, que se refiere a un país utópico, “donde funciona todo bien”.

“Mi intención es hacer un humor sagaz que le interese a los grandes y que al mismo tiempo sea familiar para que puedan disfrutarlo los chicos”, planteaba, siempre bien peinado y vestido de traje y corbata.

Algunos de los actores que integraban el elenco eran Juan Carlos Calabró, Mario Sapag y Nelson Prenat.

En 1968, Cammarota se sumó a Humor redondo, en Canal 13, el programa en el que contaba chistes junto a Juan Carlos Mesa, Carlos Garaycochea y Jorge Basurto, y cuyo conductor era Héctor Larrea. Su estilo seguía siendo “sintético e incisivo”. La idea, sostenía, era “llegar al corazón del chiste sin cargarlo de elementos gratuitos”. Que en todo caso sea una ráfaga, un latigazo de ironía.

«Era un programa de chistes de autor», evoca Gabriel Mesa, hijo del recordado Juan Carlos Mesa. «Mi viejo y Garaycochea hacían un humor familiar, naíf, a Basurto le gustaba el absurdo y a Cammarota, desde siempre, le interesaban los temas políticos», agrega. Mesa conduce hoy el ciclo Vivir de risa en la AM 1110. «Si se tentaba con algún chiste, Cammarota se reía tanto que parecía que lloraba».

Con el tiempo llegaría otro de los grandes hits de Aldo: su tarea como autor de los monólogos de Tato Bores, el humorista que falleció en 1996.

“Cammarota fue una mente brillante, sin dudas, un adelantado”, lo recuerda Alejandro Borensztein, hijo de Tato y columnista. “Y todo lo que hizo es mucho más meritorio si se tienen en cuenta sus dificultades físicas”.

Cammarota y Bores empezaron a trabajar juntos a principios de 1974 en el programa Dele crédito a Tato, en Canal 13. El encuentro entre ambos fue de alguna manera fortuito. El guionista de Tato era Jordán de la Cazuela. Pero falleció en un accidente aéreo, en las afueras de París. Y hubo que buscarle un reemplazante.

“El primer libretista de mi papá, durante diez años, fue César Bruto”, detalla Alejandro Borensztein. “Después, desde 1972, mi papá empezó a trabajar con Jordán de la Cazuela, que terminó convirtiéndose en su gran amigo… Por eso, su muerte fue un shock para Tato, un golpe durísimo. Un episodio que le cambió la vida…”.

Enseguida, todavía conmovido, Borensztein describe el momento en que su padre se enteró de la noticia fatal. «Yo tenía 15 años. Con mi familia estábamos veraneando en Punta del Este. De pronto nos vienen a buscar a la playa. Y le dicen a mi papá que tenía una llamada de urgencia de Canal 13. Ahí, Constancio Vigil le comunicó lo que había pasado con Jordán. Muy triste. Nos volvimos a Buenos Aires. A las pocas horas, Cammarota se puso a disposición de mi papá, para acompañarlo en ese momento tan difícil. Y le dijo una frase fabulosa: “¿Cómo querés que te escriba los libretos, como César Bruto o como Jordán de la Cazuela?”.

En aquellos días intensos, previo al lanzamiento de la temporada, Tato le dio una entrevista a Siete Días en la que se refirió a su flamante sociedad con Cammarota.

-Se dice que la elección de Cammarota como libretista fue del canal y no suya. ¿Qué hay de cierto?

-Nada. No es así. Estábamos barajando nombres de posibles autores y Juan Carlos Mesa (supervisaba los programas humorísticos de la emisora de Constitución) sugirió el de Cammarota, a quien yo también tenía en mente. Pero como es un hombre con mucho trabajo, y que ya cuenta con otros programas, dudaba de que aceptara.

-¿No le importó que Cammarota estuviese embanderado políticamente?

-No. Confieso que antes de charlar con él tuve algunos titubeos. Pero después, cuando acordamos en que no iba a existir ninguna toma de posición política, dejé de preocuparme. Más tarde, cuando comenzamos a trabajar, comprobé también su profesionalismo, su capacidad humana y su fina inteligencia. Además, es un tipo muy ordenado con su trabajo.

Cammarota también participó de la misma entrevista. Y le preguntaron qué pensaba sobre «el sentido del humor del presidente (en referencia a Perón)».

«Todavía no sabemos bien cómo manejarnos, ya que es la primera vez que Tato dirá sus monólogos con Perón como presidente. Tendremos la suficiente habilidad y tacto para no crear situaciones irritativas», respondió.

-Pero concretamente, ¿piensa que Perón podrá festejar sus humoradas?

-Uno nunca sabe. Él es afecto a hacer bromas; ahora, si también le gusta que se las hagan a él, ya es otra cosa. Por otra parte, algunas de las personas que lo acompañan en este momento vienen de España, y allí no es nada frecuente este tipo de programas. Quizá no estén acostumbrados.

Finalmente, el programa fue censurado a mediados de año, tras la muerte de Perón, por el interventor Omar Gómez Sánchez. “El interventor me dijo: ‘Ahora mandamos las mayorías y usted responde a las minorías’”, contó Aldo.

“En el mismo momento en que fueron despedidos mi papá y Cammarota, Canal 13 echó a Mirtha Legrand”, recuerda Borensztein. “Es más, Isabel Martínez recibió a Mirtha y le dijo: ‘voy a ver qué puedo hacer por usted’… Sí, le dijo eso. ¡Y era la presidenta!”.

En septiembre de 1974, en diálogo con la revista Redacción, Cammarota dio más detalles de su salida del 13.

“A fines de marzo me llamaron de Canal 13 para encargarme los libretos de Dele crédito a Tato. Les dije que consideraba que un programa de humor político, tal como lo hacía Tato Bores, era un hecho inédito con un gobierno peronista y difícilmente íbamos a poder hacerlo. Me contestaron que no era para tanto y que la única regla de juego a la que debía atenerme era no hacer chistes referidos a Perón ni a la señora (por Isabel Martínez). Con esa base comenzamos. Pero las ‘reglas de juego’ se fueron haciendo muy elásticas. Tampoco podíamos referirnos a López Rega, ni a Gelbard, ni a la CGT, ni a los Montoneros, ni a los aumentos de precios, ni al desabastecimiento. Tampoco podíamos mencionar frases clásicas de Perón. Los libretos eran supervisados y sometidos a cortes por el canal antes de la emisión de cada programa. Una vez grabado, el videotape era muchas veces censurado con cortes evidentes. No obstante estas limitaciones, el programa continuaba, aunque frenado en su eficacia. En julio, el ciclo no se emitió porque el canal consideró conveniente no producirlo ni televisarlo”, contó el guionista.

-¿En señal de duelo? (Perón murió el 1° de ese mes).

-Supongo que sí. Luego se nos comunicó que volvería a estar al aire para el primer domingo de agosto, con las mismas reglas de juego. Preparé el libreto. Tato lo estudió. Y el día que íbamos a grabar se nos informó que la grabación había sido levantada y que se iba a conversar con nosotros sobre el programa. A la semana siguiente nos propusieron negociar la anulación del contrato porque el programa no saldría más.

Aldo Cammarota. Superó la polio y se destacó como guionista de radio y televisión, donde trabajó, entre otros, con Tato Bores.

En Canal 11 ya le había pasado algo similar: su programa Telecómicos también fue sacado de la grilla.

“En abril, Telecómicos fue programado en un horario totalmente inadecuado para sus características de programa popular y familiar. Iba a las 22.15, aunque generalmente comenzaba a las 22.30 y luego se le injertó un microprograma de Dante Panzeri. El programa terminaba a veces a la una de la mañana. Cuando protesté, Héctor Ricardo García me propuso rescindir. Evidentemente ésa era la intención del desusado horario: presionarme para que me fuera. Me negué, y entonces vino la falta de pago. Pero también había presiones de otro tipo: el actor Mariano Bauza me gritó un día en pleno ensayo: ‘Vos, pronto vas a volar de la televisión. Ahora ganamos los peronistas y mandamos nosotros’«, señaló Cammarota.

Tras su despido de Canal 13, Cammarota denunció “una clara intención de censura política y un imperdonable ataque a la libertad de sonrisa de los argentinos”.

No se lo perdonaron. Recibió amenazas de muerte y una bomba en su casa, que fue desactivada antes de explotar. Le quedaba un sólo camino: el exilio. Con su mujer de toda la vida, María Josefa, y sus tres hijos María Inés, Aldo y Andrea, en edad escolar se marchó a Los Ángeles.

Tato también la pasó muy mal. Si bien siguió trabajando en teatro, en la televisión estuvo prohibido durante cinco años: de 1974 a 1978. Y en 1979 le pusieron una bomba en la puerta de su casa, que logró ser detonada en la calle y no causó daños.

¿Cuáles eran las preferencias políticas de Cammarota? ¿Con quiénes estaba “embanderado”?

En 1965 fue candidato a diputado nacional por el Partido Cívico Independiente, de Álvaro Alsogaray. Y en 1972, precandidato a senador nacional por el partido Nueva Fuerza, también de Alsogaray. Al final, explicó, se alejó “desilusionado” de esa agrupación por considerarla “elitista”.

«Me considero nacionalista-liberal”, decía. “Soy un político de centro-derecha con sentido de lo popular». Era, antes que nada, anticomunista. «La clase media es la gran defensa contra el comunismo», sostenía. Y se burlaba de la ineficiencia del Estado: «un pavo es un águila diseñada por el Estado», era otro de sus latiguillos.

En Estados Unidos, Cammarota publicó una columna para varios medios latinos.

En Los Ángeles se instaló en un chalet con pileta ubicado en Larchmont Village, entre Beverly Hills y Hollywood, a pocas cuadras del Teatro Chino. Al principio disfrutaba de su estadía en Norteamérica. Y, para no perder la costumbre, se reía de los estadounidenses. “Una mitad cree que Dios está muerto y la otra mitad, que Elvis está vivo», decía.

En la misma sintonía, comentó: “¿Cómo puede ser que una sociedad que vive entre el puré de papas instantáneo, los postres instantáneos y la polenta instantánea pretenda enseñarles a los adolescentes a ser pacientes?».

Si le preguntaban cómo se llevaba con el idioma, se reía de sí mismo: “Tan malo no seré con el inglés porque cuando pedí que me instalaran la pileta no me pusieron un calefón”.

El smog era otro tema recurrente en sus chascarrillos: “Hay quien dice que están estudiando la posibilidad de poner el nombre de las calles en sistema braile”.

Su buena relación con los Estados Unidos venía de lejos. En 1959, Tía Vicenta, dirigida por Landrú, publicó un reportaje imaginario al vicepresidente estadounidense Richard Nixon sobre su visita a la entonces Unión Soviética.

Con textos de Cammarota, Nixon aparecía tirando chistes de salón, como si fuera Juan Verdaguer (o Ricky Gervais): «Los rusos ven películas de cowboys pero cinchan por los indios». Fue un éxito. El diario Washington Post reprodujo el artículo. Y no sólo eso: Nixon repartió por su cuenta 70 fotocopias de la nota y, en agradecimiento, le mandó una carta al guionista argentino.

Los amigos que visitaban a Cammarota en Los Ángeles “no dejaban de asombrarse por el conocimiento y la información que manejaba desde allí sobre la situación de la Argentina”, escribió Marcelo Stiletano en el diario La Nación en 2002.

“Mi papá viajó varias veces a ver a Aldo a Los Ángeles. Lo quería mucho. Siempre estuvo muy agradecido de lo que había hecho por él”, suma Borensztein.

¿De qué vivía Cammarota en el exilio? Si algo le sobraba era oficio. Además de guionista había sido libretista de tango (compuso Petitero y Hay que pasar el invierno) y columnista de diferentes medios: Siete Días, Ámbito Financiero, La Prensa y La Opinión. Entonces, para mantener a su familia, con el mismo fervor que en sus comienzos, publicaba y publicaba. “Mi trabajo fundamental es mi columna De Usa con humor, que vendo a varios medios latinos”, le contó a la revista Gente en 1978.

A la distancia, también volvió a trabajar con Tato Bores: en 1979, en Tato para todos; en 1980, en Tato versus Tato; y en 1981, en Tato por Ciento.

“En esa época los programas de mi papá empezaron a ser de mayor duración, de una hora, tipo show, con música… Cammarota le enviaba los monólogos en un courier de Aerolíneas Argentinas. Además, Tato había conseguido que le instalaran un teléfono con DDI (discado directo internacional) en su casa y de esa manera podía intercambiar ideas con Aldo casi todos los días”, explica Borensztein.

Cammarota también salía al aire en los programas de radio de Bernardo Neustadt. “Yo percibo lo que está pasando en la Argentina y nunca me equivoco. Lo veo mejor que si estuviera allá, porque, desde lejos, las cosas se aprecian sin estática», señaló.

Parecía que se reía de todo. Pero no. Extrañaba a su país, fantaseaba con la idea de volver a la Argentina, más allá de los problemas que siempre se había ocupado de enumerar. Y no lo pudo concretar porque no quiso modificar otra vez el destino de los suyos.

«En 1980 viajamos con mi familia a visitar a Cammarota a Los Ángeles», avanza Gabriel Mesa. «En uno de los paseos fuimos los tres, mi viejo, Cammarota y yo, a comer hamburguesas. Y ahí, Cammarota se quebró y nos confesó que no veía la hora de tomarse un avión a Buenos Aires, pero que sus hijos, después de haber estado seis años allá, donde estudiaron e hicieron sus amistades, se sentían muy a gusto y pretendían seguir su vida en los Estados Unidos. Y así fue».

Cammarota murió de un ataque al corazón el 28 de febrero de 2002, a los 71 años (también en Los Ángeles, su mujer falleció en 2015). 

Cada tanto, los admiradores del guionista lo homenajean publicando otras de sus frases:

“Tanto depende la economía de los economistas como el clima de los meteorólogos”.

“Justo cuando uno descubre que sus padres tenían razón, sus hijos empiezan a decirle que uno está equivocado“.

“La Argentina pasa por un mal momento desde que desembarcó Pedro de Mendoza, aunque él fue el único de nuestros gobernantes que no pudo echarle la culpa de que todo andaba mal a su antecesor”.

Fuente: https://www.clarin.com/historias/aldo-cammarota-recuerdo-humorista-invento-termino-gorila-debio-exiliarse-chistes-peronismo-murio-extranando-argentina-_0_jQMP0ArUJu.html