Familias de las personas con adicciones
Tres expertos admiten el desgaste en el círculo íntimo del paciente, pero resaltan que su apoyo es clave en el proceso de recuperación.
“Está aturdida la consciencia que perdí, estoy perdiendo en esta guerra contra mí”, canta Santiago “Chano” Moreno Charpentier en un tema que compuso en 2010, cinco años antes de protagonizar un choque múltiple en Núñez, el primero de los accidentes que lo convertirían en el meme de todas las redes sociales.
Su mamá no se cansa de pedir en estos días un poco de empatía. El balazo que le disparó un policía a su hijo, que estaba en medio de un brote psicótico, hizo que los médicos tuvieran que extraerle el bazo, un riñón y parte del páncreas.
El cantante sigue internado en el sanatorio Otamendi, mientras que el policía bonaerense quedó imputado por “lesiones gravísimas agravadas por el uso de arma de fuego y por ser funcionario policial”, delito que prevé una pena de hasta 15 años de prisión.
Mientras el sistema de salud deberá hacerse cargo de las heridas físicas y psicológicas del músico, la Justicia deberá discernir si la violencia policial estuvo justificada. En medio, queda Marina Charpentier: “Si quieren saber lo que padece un adicto, escuchen las letras de mi hijo. Hace 20 años que pide ayuda”.
La vida no es fácil para el círculo cercano –la familia, la pareja o los amigos– de las personas con adicción. Hay mentiras para volver a consumir, robos para financiar el alcohol, intentos de aislarse y episodios de desconexión de la realidad.
“La verdad que uno piensa en muchísimas familias, el desafío de tener a alguien que tiene problemas de adicciones serios. El desafío de tener ternura pese a las cosas que esas personas hacen”, comentaba por ejemplo la actriz Tamara Pettinato, días más tarde al episodio de Chano.
Y continuaba: “No es que hay un adicto y es alguien solo en el mundo. Afecta a toda la familia y es algo larguísimo, de años, años y años. Es para toda la vida”. El hermano de la columnista de Radio con Vos continúa internado en el hospital Pirovano, tras sufrir a mediados de marzo un brote psicótico en su casa, en el barrio de Saavedra.
Marina Charpentier, la mamá de Chano: «Acá sólo hay víctimas y una es mi hijo que lucha por su vida».
“Me acuerdo de que un psiquiatra una vez le dijo a mi hermano: ‘Si vos seguís en este camino, la última cara que vas a ver antes de morirte, es la de tu mamá: tus amigos se van a ir alejando, tus hermanos se van a cansar, tus primos también. Tu mamá es la última cara que vas a ver’”.
El médico Carlos Damin, jefe de Toxicología de hospital Fernández, señala que la adicción “es desgastante tanto para la persona como para su familia, como ocurre con toda enfermedad mental”. Y puede generar muchas frustraciones, porque “no todo el que consume sustancias puede dejarlas”.
“Como médico, mi objetivo de máxima es lograr la abstinencia total, pero el de mínima es intentarlo todos los días y minimizar los riesgos. Tengo pacientes que seguimos hace 20 años en el hospital y han logrado estudiar y recibirse, y cada tanto recaen. Es parte de una enfermedad crónica”, cuenta a Clarín el especialista en consumo.
En su opinión, es importante que la familia busque un asesoramiento psicológico, tanto para cuidar de su salud como para favorecer la mejoría de la persona que tiene una adicción. “En esto no hay culpas, se trata de una enfermedad”, resalta.
“Lo que sí hay son roles de responsabilidad que tienen que hacer algo por su salud y la del enfermo. Y hay que ver que hay relaciones que están enfermas, contextos en los que se manifiestan las enfermedades, y en los que la familia tendrá que hacer cambios, además de buscar formas de ayudarse para salir de esto”.
“Llevo 31 años trabajando en esto y cuando los miembros de la familia se involucran, uno ve que ese paciente tiene más posibilidades de encontrar un camino –señala Damin–. “El abordaje tiene que ser siempre integral, porque no hay una pastilla mágica que cure esto. Es un proceso largo, que a veces se empieza tarde y que tiene sus avances y retrocesos”.
El psiquiatra Javier Didia Attas, integrante de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA), es un referente en patología dual, una corriente que busca explorar más allá del trastorno adictivo por sustancias. El consumo problemático casi siempre “conlleva otra patología por la que puede ser diagnosticada la persona”, explica.
“Si uno se enfoca en el consumo sin tratar también la ansiedad, la depresión, el trastorno bipolar o cualquier otra patología que tenga el paciente, estará viendo solo la mitad de la cuestión. Para encarar el problema hace falta ver las dos cosas y tratarlas al mismo tiempo, porque si no abordamos solo una parte”, detalla.
A diferencia de lo que muchas veces se plantea, las crisis por las que puede pasar una persona con adicciones se dan como “cuadros sucios”. “Es un caso clásico de una urgencia, que puede darse por una descompensación en el consumo, una sobredosis que hace que la persona pierda el contacto con la realidad o la descompensación del trastorno psiquiátrico o de la psicosis”, describe.
“Vos ves el cuadro completo y no sabés por qué se descompensó, pero como profesional de la salud, tratás el motivo de la emergencia y la conducta es parecida en todos los casos”, afirma. “Lo que uno tiene que hacer es contener el paciente”, afirma Didia Attas.
Chano Moreno Charpentier perdió el bazo, un riñón y parte del páncreas, tras que un policía le disparara. Foto: Guillermo Rodríguez Adami / Archivo
Las manifestaciones del trastorno dual pueden empezar a raíz del consumo o a raíz de una patología psiquiátrica o ambas cosas. “Y muchas veces, son las familias las que lo perciben, en cambios de carácter o actitudes escurridizas o evitativas. Lo más explosivo es una tentativa autolesiva o el brote psicótico, que se da cuando la persona tiene una conducta rara, que dice que escucha voces o que lo mandaron a hacer cosas”, por ejemplo.
Muchas veces no se puede distinguir. “Sabemos que ese paciente consume, pero a lo mejor no consumió en esos días, estaba como se dice limpio de drogas. Sin embargo, la patología adictiva está vigente, a la vez que otro trastorno psiquiátrico”, indicó y pidió recordar que el mayor problema de consumo en la Argentina continúa siendo el alcohol y no las drogas sintéticas.
Muchas veces tuvo que llamar a la policía para recibir asistencia durante la “contención” de un paciente en esa situación. “Es frecuente, porque la Policía es necesaria para abrir una puerta, por ejemplo, o para mostrar autoridad. No para tirar tiros”, aclaró.
El protocolo que rige actualmente para las fuerzas de seguridad nacionales –que no fue adherido por todas las provincias- establece que la Policía debe “priorizar las técnicas disuasivas y preventivas” y tomarse “todo el tiempo necesario”, evitando el uso de armas de fuego.
El debate por la Ley de Salud Mental
“Hagan algo con la Ley de Salud Mental», fue el pedido de Marina Charpentier que despertó la polémica tras el episodio del disparo. “Las mamás de todos los ‘Chanos’ que sufren adicción que piden ayuda y no tienen respuesta», aseguró.
La Ley 26.657 de Salud Mental, aprobada en 2010, busca garantizar los derechos humanos de las personas con problemas de salud mental, a través de la desmanicomialización que tenía en situación de encierro a muchos pacientes. El punto del debate es que, en línea con eso, resta poder a las familias para decidir sobre las necesidades de atención de la persona ante, por ejemplo, crisis o brotes.
«En ningún caso puede hacerse diagnóstico en el campo de la salud mental sobre la base exclusiva de demandas familiares, laborales, falta de conformidad o adecuación con valores morales, sociales, culturales, políticos o creencias religiosas prevalecientes en la comunidad donde vive la persona», dice el artículo 3.
El artículo 20 de la Ley de Salud Mental permite la internación de pacientes sin su consentimiento, con la autorización de un juez. Foto Archivo
Clarín consultó a Damin cómo es el proceso por el cual se interna a una persona por problemas de consumo de sustancias. “Aún hoy se puede internar al paciente, pero ahora necesitamos el consentimiento de la persona”, señaló el especialista y detalló que, sin embargo, el artículo 20 de la ley permite además que se interne una persona involuntariamente, cuando corra riesgos para sí o para terceros.
En el hospital Fernández “pasa todo el tiempo que vemos pacientes que no pueden parar de consumir y llega un momento en el que se acude a un juez y la persona se interna contra su voluntad”, contó.
“Antes lo podía decidir la familia, que en algunos casos lo internaba como un paquete. Y era un problema, porque la persona estaba uno o dos años internada, y la familia seguía sin tratarse. Y el problema no se resuelve solo, sin el contexto familiar, sin la colaboración de todos”, relató.
El agotamiento de las familias
La psicóloga Valeria Burg es una de las coordinadoras de talleres para familias de personas con problemas de consumo en la fundación Red de Vida. A veces, trabaja en encuentros individuales, otras en terapias grupales solo con familiares y también en encuentros de los pacientes con sus familias.
«Después de lograr aceptar la enfermedad de sus familiares y de salir de lugares que a veces conllevan mucha culpa desde el lugar del ‘¿Qué hice mal?’, las familias suelen estar entusiasmadas con el proceso de recuperación. Siguen mucho las reglas buscando que los pacientes, por ejemplo, no manejen plata o acompañarlos las 24 horas», cuenta.
Pero son pautas difíciles de cumplir, continúa: «Tanto en adolescentes como en adultos, cuesta que se dejen ayudar, implica dar mucha contención, hay que enseñar el límite, y a veces se cansan. Sienten agotamiento, que las actitudes que tienen son contra ellos, les cuesta ver como parte de la enfermedad que saquen cosas de la casa o que les mientan. Y a eso, muchas veces se suman los brotes psicóticos, que son difíciles de contener».
Para Damin, la persona con una adicción sufre una «doble discriminación», porque «si la sociedad no quiere tener cerca a un depresivo o a un esquizofrénico, con el consumidor de sustancias se cree que es así porque quiere, que le falta fuerza de voluntad». «Pasa mucho con los alcohólicos porque, sí, en algún momento el consumo empezó siendo voluntario, pero llega un momento en el que la persona no puede parar«, dice.
«Me pasa todo el tiempo de ver familias angustiadas, que piden ayuda por sus seres queridos», asegura por su parte Didia Attas. «Aconsejo ir a grupos de familiares, que existen en todas las instituciones, e involucrarse lo más posible. Cuando la familia se mete y prácticamente hace el tratamiento con el paciente, sienten el alivio de estar haciendo todo lo posible y en la mayoría de los casos ayudan en la estabilización», asegura.
Fuente: https://www.clarin.com/sociedad/caso-chano-viven-familias-personas-adicciones_0_QD_L9rp6U.html