Artistas plásticos abren al público la trastienda de sus ateliers

(Por Josefina Marcusi) En una edición renovada pero con el mismo espíritu de otros años se inaugura hoy nuevamente Par en Park, el espacio en Barracas que ya es un ícono del arte porteño y donde más de 30 artistas, entre ellos Eugenio Cuttica, Eduardo Hoffmann y Marino Santamaría, abren las puertas de sus ateliers para mostrar el detrás de escena de sus obras y proponer una experiencia lúdica de intercambio con el público.

Artistas, curadores, críticos y amigos. Como peces de diferentes colores, pero todos de una misma pecera, las personas se funden con los cuadros y los pinceles en los pasillos del mítico complejo de Barracas, que se vuelve sede de una experiencia artística y lúdica imperdible.

Hay música de fondo y olor a pintura fresca. En la entrada del taller de Eduardo Ocantos, tres modelos desfilan un look de pollera plisada y camisola con tantos colores como los del arcoíris. En la pared hay tres cuadros que replican el vestuario, y entonces algunas obras se mueven y otras están estáticas pero juntas funcionan como una experiencia artística orgánica.

Es la fiesta del arte argentino, en donde 30 talleres de artistas abren sus puertas en el Central Park de Barracas y el evento tiene lugar sólo por hoy jueves con entrada libre y gratuita entre las 16.00 y las 20.00 en California 2000, Barracas.

Ocantos es artista plástico y cineasta, pero también se desarrolla en el mundo de la alta costura. Participó del fashion week de Milan, París y Malta, entre otros eventos internacionales, y se formó con grandes referentes del mundo del arte como Clorindo Testa y Yuyo Noé.

“Hace 15 años empecé a hacer objetos con mis obras plásticas. Llevo más de 1100 objetos realizados, entre vestidos, botas de montar, carteras, bachas de baño. Siempre los objetos son producto de las obras. Mi característica es el color, siempre mucho color, y a su vez todo es en movimiento. Se trata de que la obra salga de la pared o de un estudio y que circule, sea dinámica”, explica a Télam.

El recorrido virtuoso incluye los ateliers de artistas verdaderamente relevantes de la escena nacional: Eugenio Cuttica, Eduardo Hoffmann, Marino Santamaría, Juan Jose Cambre, Juan Lecuona, Emilio Fatuzzo, Horacio Sánchez Fantino, Andrea Allen, Fernando Brizuela, Mónica Tiezzi, Alejandra Mettler, Cecilia Duhau y Eduardo Ocantos.

También están Charlie Navarro, Daniel Corvino, Carlos Gómez Centurión, Martina Olavide, Mónica Van Asperen, Ana Candiotti, Pepa Figueroa Cuellar, Gisela Kraisman, Denise Di Federico, Lux Linder, Cecilia Ivanchevich y la Fundación de Arte Inclusivo.

Uno de los ateliers más grandes e imponentes es el de Eugenio Cuttica. Visitantes italianos e ingleses recorren sus recovecos mientras comparten una copa y celebran que el artista esté presente. El espacio incluye grandes pinturas y esculturas en donde quienes pasean aprovechan para tomarse una selfie. El artista reconocido a nivel internacional aparece con sus clásicas gafas de sol y una remera que dice “Estoy muerto. Eugenio Cuttica”.

Alguien le pregunta en qué lienzo está pintada una obra. Más atrás, una mujer le pide un saludo. Cuttica se impone como un rockstar del arte y su obra, además de estar disponible hoy en Par en Park, también puede verse en una muestra en Sevilla que seguirá su camino luego en Luxemburgo, Suiza, Milán, Roma y Portofino.

“El éxito de mi trabajo se debe a que he trabajado mucho hacia adentro para matar el ego, entonces uno encuentra cierta trascendencia en eso. El verdadero artista entra en comunión con el universo y se olvida de su propia personalidad” explica a Télam, pero después tira un chiste y toda la solemnidad se deshace en un frasco de pintura de su taller.

El complejo de Barracas es un conjunto arquitectónico imponente y monumental, originalmente sede de la imprenta Fabril Financiera y de la Compañía Argentina de Fósforos. Los pasillos son grises, pero ahora están teñidos de color y de personas que celebran que el arte pueda ser, también, una experiencia compartida y un experimento de juego.

Un pasillo más allá, en el atelier de Andrea Allen, hay cinco artistas invitados que están pintando en vivo mientras un dúo canta. Cada uno con una pieza escultórica blanca, creada especialmente por Allen para la ocasión, e intervenida con el estilo personal que le imprime cada artista. “Es una experiencia que puede tener un resultado final artístico bueno o no tan bueno. Pero al final no importa tanto el resultado, sino el proceso compartido y el contacto”, explica una de las invitadas, mientras inmortaliza un trazo de pintura dorada.

La mayoría de los artistas entrevistados coinciden en que esta es una oportunidad de tener un contacto con el público y mover otro tipo de energía y de información que no sucede en la cotidianeidad porque el trabajo diario de cada artista es puertas adentro del taller. El diálogo, lo dinámico y el movimiento, claves de este encuentro.

Horacio Sánchez Fantino es un artista de enorme oficio y mundialmente reconocido y además de su obra más clásica también trabaja con latas recuperadas en proyectos que duran aproximadamente un año, para desplegar y educar en arte en barrios vulnerables. En su atelier, donde hay varias obras colgantes, la principal fue creada en el barrio Fraga de Chacarita junto a vecinos y vecinas.

“En este trabajo las personas utilizan material que recogen en el barrio donde viven y arman el “mapa” de ese territorio. De esa experiencia siempre salen tres o cuatro becados que vienen, luego, a trabajar a mi taller acá. Les doy una técnica y una visión, pero muchas veces ellos me aportan muchísimo a mí. Para el arte no hace falta un “nivel cultural”, sino talento, pero sobre todo y especialmente sensibilidad”, explica Sánchez Fantino.

Pérez Celis fue el primer artista en instalar su taller en Central Park en 1998 y fue quien, además, diseñó el exterior del edificio y lo convirtió en una obra de arte imponente que puede verse desde la autopista 9 de julio sur y desde las calles Herrera, Iriarte, Vieytes y California.

La propuesta, que incluye artistas clásicos y otros menos tradicionales, que abre un mundo de sensaciones de la vista, el olfato y el oído, se completa con un atelier súper particular de Fernando Brizuela, que musicaliza con casettes de los años 90 y expone obras monstruosas hechas con cannabis.

“Tengo un enganche con las plantas alucinógenas y en el caso de la marihuana me interesa especialmente la subcultura a la que representa. Si bien el arte se entiende como un bien suntuoso, de la alta cultura o exclusivo, la marihuana lo pone en un lugar accesible para otro público. Hace unos días salí con un monstruo a la calle donde había un piquete y un montón de pibes conectaron con el mensaje del monstruo y entonces, con el arte. Esto me habilita otro tipo de circuitos, y si bien soy un artista, hago residencias y participo de premios, también me gusta participar en otros espacios”, concluye Brizuela.

Fuente: Télam