¿A qué edad le puedo comprar el primer celular a mi hijo?

A ese y más interrogantes en relación al uso de tecnología en la infancia responde el psicólogo especializado en niñez y adolescencia Alejandro Schujman.

«Primero me pedía el celular para hablar con los amigos, los abuelos. Después para jugar. Ahora quiere tener uno él, y no para de pedírmelo. ¿Qué hago? Es un pajarito carpintero.» Madre de un niño de 4 años muy insistente, como corresponde a su edad.

Recuerdo que el trabajo de los padres es poner límites, el de los hijos intentar quebrarlos. El problema de la tecnología en los primeros años de vida se ha agudizado en estos meses de pandemia, pero no es nuevo.

¿Cuándo darles el primer celular?

¿Cómo regular las pantallas?

Pensemos en la siguiente diferenciación: deseo versus necesidad. Un bebé recién nacido precisa de todos los sentidos atentos de sus padres para decodificar lo que necesita (si su llanto es de sueño, de dolor o de angustia) e implementar las respuestas para cada uno de las distintas situaciones.

Un niño de dos años precisa objetos que sean estímulo para su imaginación, para luego ser transformados en juguetes.

Los niños y las niñas precisan los mimos, los abrazos, las miradas que sostengan, los cuidados esenciales. El viento en la cara, el sol que les achina los ojitos. Una tarde de verano con juegos de agua, escondidas y licuado de banana. Precisan el aire libre para armar vínculos con la naturaleza, cosquillas en la panza, tostadas recién hechas, darle de comer a las palomas en la plaza. Precisan pares para desarrollar habilidades sociales.

Todo eso necesitan y por supuesto desean también, porque son fuentes de placer y disfrute.

Los niños pequeños NO precisan pantallas que los capturen en una conectividad temprana. No requieren a los 4, ni a los 5 ni a los 7 de un teléfono móvil, de TikTok y demás apps de estos tiempos.

Por supuesto que por imitación, viendo a sus padres interactuar con la tecnología y por lo atrapante de la combinación de luces, sonidos y demás recursos desarrollarán curiosidad, y lo pedirán.

¿Pero vamos a responder a cada cosa que pidan de manera afirmativa?

¿Accederemos entonces también al impulso de investigación propio de los primeros años de vida y daremos curso a la curiosidad por meter deditos en los enchufes? «Todos los niños tienen son curiosos, tomemos recaudos y que experimenten». Claro que no, no dejaremos que nuestros niños pongan mano en los tomacorrientes. De ninguna manera.

Pues bien, esto es lo mismo, Empiezo por el final, los niños pequeños no precisan de la tecnología en sus manos, no la necesitan, y sin embargo en gran cantidad de casos disponen de ella porque los adultos la ponen a su alcance.

Y se volverá una necesidad rápidamente, pero generada por la misma característica adictiva de los monitores y aplicaciones.

Los adultos, y esta es parte de la trampa, necesitan que sus hijos pequeños estén ocupados y entretenidos para poder llevar padres y madres sus tareas, (y sobretodo en estos tiempos pandémicos). Y esto lo entiendo, yo también soy padre y alguna vez les he dado a mis hijos de pequeños un «chupete electrónico» para entretenerlos.

Niñas y niños chiquitos no necesitan un celular propio. Imagen ilustrativa Shutterstock.

Pero ¿cuánto, cómo, cuándo?

En los primeros años de vida son los adultos primordiales los que deciden sobre las maneras de responder a las necesidades de sus hijos. Por ejemplo: si los abuelos les dan muchos dulces, vendrá el limite (cuidado, amor responsable) de acotar la cantidad de golosinas.

Me pregunto y les pregunto, y este es el interrogante de esta nota: ¿Estamos los adultos decidiendo sobre el uso de la tecnología en los niños pequeños?

¿O más bien los padres son arrastrados por los tiempos que corren, los mandatos sociales, el «todos lo tienen, todos lo usan»?

Un informe que ya tiene unos años de Unicef del 2017 sobre «Niños en un mundo digital» plantea cuestiones centrales en torno a este tema. Dice:

✔Un número mayor de pruebas empíricas revelan que los niños están accediendo a internet a edades cada vez más tempranas.

✔Los niños por lo general consultan primero con sus compañeros de la misma edad cuando detectan riesgos o peligros en línea, lo que hace que resulte más difícil para los progenitores proteger a sus hijos.

✔Los teléfonos inteligentes están alimentando una «cultura del dormitorio», y para muchos niños el acceso en línea es cada vez más personal, tiene un carácter más privado y está menos supervisado.

✔Las TIC están intensificando los riesgos tradicionales de la niñez, como la intimidación, y fomentando nuevas formas de abuso y explotación infantil.

✔Aunque la mayoría de los niños que están en línea lo ven como una experiencia positiva, a muchos padres y maestros les preocupa que la inmersión en las pantallas deprima a los niños, genere dependencia de internet e incluso contribuya a la obesidad.

El debate está planteado, y es tema complejo con diferentes enfoques posibles, pero hay cosas que son bien claras. Y quiero diferenciar lo que es la tecnología al servicio de la educación y las nuevas propuestas pedagógicas, bienvenidas ellas todas.

Aquí hablamos de «monitores encendidos y miradas apagadas» de niños y niñas que dejan de compartir y experimentar momentos esenciales de los primeros años porque el partido del vivir se juega en las pantallas.

El tiempo no vuelve, y somos responsables de ayudar a nuestros niños a administrar el suyo. Ni más, ni menos.

Muchas horas dedicadas a las pantallas les quitan tiempo para otras cosas. Imagen ilustrativa Shutterstock.

Cuanto gané, cuanto perdí

En la primera infancia la tecnología a disposición de los pequeños no es parte de las necesidades.

Me entristece en lo profesional pero más en lo personal cuando veo a niños y niñas de dos o tres años en mesas de bares y restaurantes con sus padres abducidos por las tabletas, o distintas pantallas. No debiera ser así, no es sano, no es bueno, no lo es. Después los padres se quejan porque de adolescentes no se comunican ni sueltan monitores.

En la infancia, que sean niños, que jueguen, y nosotros con ellos. Me preocupa lo que NO pueden hacer cuando las pantallas son el espejo en el que se miran. Hablo de la soledad de la virtualidad y la desconexión de los vínculos esenciales. Hablo de lo que pierde en el balance un niño cuando horas de su día pasan frente a consolas de juegos y pantallas.

✔Los arboles a los que NO se trepa

✔Los areneros en los que NO juega

✔Las cuevitas con sabanas entre sillas que NO hace

✔Los autitos de verdad (y no de pixeles) con los que NO juega

✔Todos los dibujos que NO hace

✔Los bloques que NO apila

✔Los libros que NO lee

✔Los juguetes que NO inventa.

Y así podemos seguir al infinito y más allá.

Entonces el pensamiento lateral (capacidad de resolver por fuera de los caminos conocidos) se pierde a medida que crecemos gracias a la hiperconectividad entre otras cosas.

Vuelvo a decir, somos protagonistas, nosotros decidimos por ellos y debemos garantizar calidad de tiempo y herramientas para el vivir. Maravillosa y compleja responsabilidad.

Se les pueden facilitar pantallas para comunicarse con afectos que están lejos. Imagen ilustrativa Shutterstock.

Cosas que SI y cosas que NO

✔Usar las pantallas como recurso de búsqueda para ampliar conocimientos junto a nuestros hijos.

✔Permitir por tiempo acotado, esto es un «ratito» el uso de pantallas (incluido prestarle nuestro celular) a demanda de necesidades reales y no de la voracidad de los pequeños.

✔Facilitar por supuesto monitores para que hablen con abuelos, y para achicar distancias con seres queridos, esta función de la tecnología en los niños bienvenida sea.

✔Aprovechar las plataformas virtuales para ver videos, bailar y cantar junto con ellos.

✔Que la virtualidad sea trampolín desde los monitores al mundo real.

✔Que el porcentaje de conectividad en el conjunto de las actividades de nuestros hijos sea razonable en relación a las actividades sociales que no incluyan pantallas.

✔Darles un celular cuando tienen independencia de los adultos, cuando precisan un «teléfono móvil», de eso se trata. Y estamos muy lejos en este caso de los 5 o 6 años. Un niño debiera tener su propio celular como respuesta a una necesidad de comunicación indispensable, cuando empiezan a ir y volver solos al colegio o cuando tienen actividades extraescolares sin adultos primordiales que supervisen (club, teatro). Estamos hablando de los 11-12 años aproximadamente. ¿Podremos hacer honores a este criterio por el bien de nuestros hijos ?

Dice el informe de UNICEF: «Los niños con relaciones sólidas utilizan internet para reforzarlas, mientras que los niños que sufren a causa de depresión, estrés o problemas en el hogar pueden encontrar que la experiencia digital agrava sus dificultades existentes«.

Entonces agrego, si los adultos trabajan y educan la pasión, las habilidades emocionales, el uso saludable y racional de las herramientas digitales, estarán dando a sus hijos elementos para incrementar sus fortalezas.

Si dejan que la tecnología «fluya» y proveen la misma a demanda de los niños y mandatos sociales estarán debilitándolos y restándoles habilidades de afrontamiento de los conflictos cotidianos, tendrán bajo umbral de frustración (en el mundo virtual todo se resuelve mágicamente) y escasa capacidad de resiliencia.

La tecnología puede acercarnos a quienes están físicamente lejos (y esto es innegable) pero puede alejarnos de quienes tenemos cerca, y esto es imperdonable. Nosotros podemos elegir, nuestros niños así lo precisan, pensemos, no seamos parte de la manada.

Crianza responsable, uso saludable de la tecnología, es el desafío: están ustedes invitados.

(Gracias a la licenciada Giselle Grossi por sus aportes para esta columna)

*Alejandro Schujman es psicólogo especializado en familias. Autor de No huyo, solo vuelo: El arte de soltar a los hijos, Generación Ni-Ni, Es no porque yo lo digo y Herramientas para padres.