La Catedral de Santa Fe, que no fue
El templo cuyas obras se abandonaron hace casi un siglo y hoy se usa de “patio cultural”
Es obra del italiano Juan Bautista Arnaldi. Hace poco, abrió para un recorrido en la Noche de los Museos

Imaginemos a un turista que llega por primera vez a la ciudad de Santa Fe. Si recorre la peatonal y gira por Primera Junta hacia el oeste, camina dos cuadras y cruza la plaza San Martín se va a encontrar con algo totalmente inesperado, como fuera de lugar, que no le va a cuadrar: una estructura imponente y melancólica, como un mapa sin terminar.

Es que ahí, en ese punto exacto, en 1º de Mayo al 2400, entre Primera Junta y Tucumán, se encuentra emplazada la que los vecinos conocen como “Catedral Nueva” o “Patio Catedral”, denominación que adquirió hacia los 90.

Una obra inconclusa que lleva casi un siglo así, detenida en el tiempo. La antigua estructura guarda entre sus muros, que soportaron (y todavía lo hacen estoicamente) los rigores del calor litoraleño, la memoria de varias inundaciones, sueños truncos y promesas que nunca se cumplieron.

Hoy, este espacio, que en ocasiones abre sus puertas para espectáculos y eventos culturales –como ocurrió en la reciente Noche de los Museos– parece el decorado de una película de misterio. O la metáfora de un país que tomaba bríos, pero cuyo despegue quedó trunco.
La utopía de una nueva catedral
Esa historia arrancó en 1887, cuando el papa León XIII, a través de la Bula In Petri Cathedra, creó la Diócesis de Santa Fe de la Vera Cruz. Ese mismo año, el obispo José María Gelabert y Crespo bendijo la piedra fundamental de lo que sería el principal templo de la nueva diócesis.
“El presente nos sonríe mostrándonos ya a nuestra Santa Fe próxima a ser designada cabeza de un nuevo obispado. Comprendemos la magnitud de la empresa que vamos a acometer”, expresó Gelabert en su discurso inaugural.

El proyecto fue concebido por el arquitecto Juan Bautista Arnaldi (1841-1915), un italiano que ya había proyectado la Catedral de Paraná, la Basílica de Guadalupe y la Iglesia de Santo Domingo. Formado en Génova, se instaló en Buenos Aires en 1882 y trabajó en proyectos clave en distintas ciudades del interior.
Su estilo se enmarca dentro del eclecticismo clásico, y combinó lenguajes arquitectónicos europeos con una visión moderna del espacio religioso. Sus obras eclesiásticas comparten una búsqueda de monumentalidad y trascendencia.

En 1897 se colocó en Santa Fe la piedra fundamental y comenzaron los trabajos de construcción, que avanzaron con lentitud hasta detenerse definitivamente hacia 1930.
Cabe aclarar solamente un detalle: la parte del fondo de la estructura, que se usa hoy como templo de la parroquia Sagrado Corazón de Jesús, sobre calle 4 de Enero, es lo que estaba pensada como presbiterio de la catedral proyectada.
La ambición de otro tiempo
El diseño de Arnaldi tenía que ver con el esplendor de la arquitectura ecléctica de fines del siglo XIX. La Catedral de Santa Fe debía tener una planta en cruz latina, tres naves, un presbiterio profundo, una cúpula de 65,5 metros de altura y una fachada coronada por dos torres de 22 metros, flanqueadas por otras dos menores.

El proyecto era tan ambicioso que simbolizaba la idea de una ciudad en expansión, que buscaba trasladar su centro cívico hacia la zona de la Plaza San Martín, por decisión del entonces gobernador de la provincia, Luciano Leiva.
Pero la realidad económica se impuso sobre el ideal. La crisis financiera de 1890, las dificultades para importar materiales desde Europa durante la Primera Guerra Mundial y la Gran Depresión de 1930 sellaron el destino del proyecto.
A esto se sumó un cambio político y urbanístico: el centro cívico volvió a la Plaza 25 de Mayo, y el sueño de la Catedral Nueva se desvaneció.
Un patrimonio que resiste al olvido
Durante décadas, el edificio permaneció oculto, como un secreto urbano. Los chicos jugaban al fútbol y se realizaban algunas actividades de la Acción Católica.

En 1991, bajo un diseño del arquitecto Humberto Terrizzano, el predio fue reabierto como anfiteatro al aire libre. Se convirtió en el “Patio Catedral”, donde hubo conciertos y espectáculos hasta 1999, cuando por las quejas de los vecinos tuvo que volver a cerrarse, debido a ruidos molestos.
Hace tres años, en 2022, se produjo una apertura más controlada y ahora es punto de encuentro de eventos puntuales como la Noche de los Museos, cuando guías locales, como Lorenzo “Chimi” Canteli, relatan a los visitantes los misterios que envuelven las ruinas.
Un intento de terminarla
En 2015, la Asociación Civil Pro Catedral Nueva, encabezada por el padre Ricardo Colombo, presentó un proyecto para retomar la construcción original con un diseño actualizado, en colaboración con la Universidad Católica de Santa Fe. “Va más allá de la Iglesia Católica –explicó Colombo–, hace al desarrollo cultural de toda la provincia.”

La propuesta buscaba revalorizar el edificio como templo religioso y como símbolo patrimonial y cultural. Sin embargo, la falta de financiamiento volvió a detener el impulso, dejando una vez más al edificio en ese limbo entre el pasado y el futuro.
Los mitos y las leyendas
La catedral inconclusa también tiene su costado mítico. Algunos relatos urbanos señalan que un barco con mármoles italianos y esculturas para el templo se hundió antes de llegar al puerto. Otros hablan de intereses políticos que habrían frenado la construcción para evitar que Santa Fe superara en monumentalidad a Buenos Aires.

Verdad o ficción, lo cierto es que estas historias contribuyen a alimentar el aura mística de la Catedral Nueva, ese templo que nunca fue, pero que sigue ocupando un lugar central en la memoria santafesina.
La Catedral Nueva de Santa Fe remite a los silencios y pausas de la historia. En su estructura detenida se observa una urbe que quiso ser y no pudo. Tal vez, algún día, las columnas expuestas al cielo tengan un techo. Mientras, hay que conformarse con el eco de su monumentalidad perdida.
Fuente: La Nación